Los Hiperbóreos

 


Por Boris Nad

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

 

En algún lugar, en medio de la oscuridad del Norte, escondido entre ciertos países y pueblos, se encuentra Hiperbórea, la segunda patria invisible. Todos se han esforzado por encontrarla, no sólo los viajeros y los exploradores polares, sino también incluso varias naciones. Allí donde se agotan todas las posibilidades es donde por fin podemos volver al origen, es decir, al principio. Por lo tanto, alcanzar el Polo o encontrar Hiperbórea, la tierra que está más allá del viento del norte, podría equivaler a descubrir el significado perdido de la vida. Quizás ya hemos sido capaces de pisar esa tierra sagrada y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Es una isla que se encuentra perdida en algún páramo del Mar del Norte, quizás es la cima del mítico Monte Meru. Tal vez es un santuario parecido a esos que existen en la lejana Laponia, en la península de Kola: un cementerio de piedra con cuernos de ciervo en la parte superior de su estructura como un distante indicio que marca su origen. Sin embargo, sus habitantes escaparon del Norte completamente derrotados, con sus ojos enfermos y sus cuerpos apaleados, esta vista regocijó a los hijos de la tierra.

 

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En el desértico Norte es la mayor de todas las fortunas conocer a otras personas. Allí no existen los franceses, los alemanes o los rusos; solo existen las personas que quieren embarcarse en un viaje peligroso, en una aventura, y que están dispuestas a ayudarse mutuamente. Eso es lo que les da valor y determina su lugar en el mundo. No conocen la vanidad. Y la escasez no humilla a nadie. Los páramos helados del norte son un lugar donde existe la belleza.

 

Todos ellos, hasta el último hombre, eran muy conscientes de que no se ponían en peligro para trazar rutas comerciales ni por publicar investigaciones científicas cuyos resultados, a costa de sus vidas, los hacían soportar esas penurias. Uno de los relatos humanos más extraños es el escrito por las hazañas y sufrimientos de los viajeros polares, los conquistadores del Polo. No eran impulsados ​​por la codicia ni por la avaricia. En el círculo polar la gente vive y muere sólo por la fama.

 

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En este círculo, el Polo es el centro, un destino invisible al que todos se dirigen sin preguntar el precio de que deben pagar por sus hazañas. El polo irradia una luz invisible que los guía y esta luz se extiende gracias al amanecer polar. El rigor del Círculo Polar Ártico no perdona a nada que sea indeterminado, parcial o débil. Al poner un pie en este círculo todos, de manera incomprensible, se dan cuenta de repente que ese punto lejano, más allá del horizonte, es su verdadero destino invisible. Es por esa razón que todos regresan transformados después de haber ido al Norte; no es que sean diferentes, pero han sido cambiados por lo que hicieron.

 

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Las personas, a lo largo de la historia, han migrado del norte hacia el sur, hacia las regiones y los mares cálidos. Este movimiento es el que ha creado la historia de las civilizaciones, las naciones y las razas, y es el origen de la guerra de los pueblos del Norte con los pueblos del Sur. Pero una vez que se conquistó todo lo que se podía conquistar, los norteños no pudieron sobrevivir en los climas cálidos donde vivían. El camino que sigue la historia es el camino de la degeneración, ya sea rápido o lento, pero igualmente inevitable. Y todo desaparecen rápidamente, perece, se disuelve en medio de un mar desértico.

 

Los viajeros y los exploradores polares son un fenómeno propio de nuestra época. Ocurren porque finalmente se ha agotado por completo los viajes al extranjero y las conquistas de nuevas tierras. Es el resultado de haber alcanzado todos los puntos del planeta, donde se deben incluir los picos más altos y también los valles más bajos. Ya no existe nada en la tierra que valga la pena tener. Su dirección ya no es el Sur sino el Norte.

 

Estos son los hiperbóreos de nuestro tiempo: aquellos que abandonan la calidez de sus hogares y la aparente seguridad de su patria para dirigirse de nuevo al principio de los tiempos.

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