Corneliu Codreanu y el Ethos Guerrero.



Las victorias no dependen tanto de las fuerzas materiales, sino del poder de las fuerzas espirituales.
  Corneliu Codreanu

La civilización Europea de principios y mediados del siglo XX, se caracterizó en parte por el crecimiento de los movimientos políticos de carácter militar. Estos incluyeron tanto las muchas variantes del Fascismo de la Extrema Derecha, como las corrientes socialistas revolucionarias de la Extrema Izquierda. La proliferación de este tipo de movimientos se aceleró considerablemente en el período de entreguerras. Especialmente destacables eran los Fascistas de Mussolini y los Nacionalsocialistas de Alemania, teniendo éxito éstos últimos en conseguir el Poder del Estado, así como las diversas facciones implicadas en la Guerra Civil Española. La Guardia de Hierro Rumana, bajo la dirección de Corneliu Codreanu, fue el único entre estos movimientos en contar con tendencias con una fuerte orientación religiosa, y una religiosidad muy excéntrica en realidad. (Payne, 1995).

La religiosidad de la Guardia de Hierro es irónica dado que el aumento de los movimientos de masas seculares con una sólida perspectiva de guerra -o incluso con una visión apocalíptica- durante el siglo XX, puede ser fácilmente interpretado como un cambio, en respuesta a la disminución de entusiasmos religiosos durante la misma época. Nietzsche había predicho que el siglo XX sería un momento de grandes guerras ideológicas, y la historia ha demostrado la presciencia de la predicción de Nietzsche. Sin embargo, Nietzsche consideró la ominosa nube de la guerra sin precedentes que vio en el horizonte, como una fase emergente, a través de la cual debe pasar la humanidad, en parte debido a la "muerte de Dios" y la búsqueda de nuevos dioses para llenar el vacío resultante. Mientras que el propio Nietzsche detestaba el militarismo, también lamentó el declive del Ethos guerrero (Espíritu guerrero) en la era de la modernidad. Al igual que Ernst Jünger, después de él, Nietzsche consideró que las comodidades de la sociedad burguesa trajeron consigo una castrante aversión al peligro y una preocupación generalizada en torno a la protección y la seguridad. Estas observaciones fueron la base de los sentimientos subyacentes expresados en el dicho de Nietzsche de que "Una buena guerra justifica cualquier causa" (Preston, 2011; Junger,).

El siglo XX, sin duda trajo consigo una gran variedad de causas que inspiraron a sus adherentes a "una buena guerra". Si bien los iconos de Raza, Nación, o Clase sustituyeron en gran medida a "Dios" en los panteones de la religiosidad secularizada del siglo XX, fue en las filas de la Guardia de Hierro de Codreanu (o la Legión de San Miguel Arcángel, como la Guardia también se refería a sí misma) que los iconos más antiguos de Dios, la Fe y la Iglesia mantuvieron su lugar tradicional. De hecho, fue quizás entre los Legionarios de la Guardia de Hierro que los valores marciales alcanzaron extremos que no tenían precedentes entre otros revolucionarios ideológicos de aquel tiempo. De todos los movimientos extremistas de la época, la Guardia de Hierro incluso superó a las S.A. alemanas en el desarrollo de un culto a la muerte y el martirio. Las similitudes entre el Nacionalsocialismo Alemán y la Guardia de Hierro eran grandes. Los paralelismos son evidentes sobre todo en el nacionalismo virulento, el anticomunismo, y el antisemitismo de ambos movimientos. Incluso podría decirse que Codreanu rivalizó con Hitler en el fervor de su retórica anti-judía (Volovici, 1991).

Sin embargo, tal vez la dimensión más interesante de la ideología de la Guardia de Hierro fue su acercamiento a la teología. Los Legionarios imaginaban a la Nación Rumana con una relación especial con Dios, y su compromiso con el Cristianismo Ortodoxo tradicional del pueblo rumano dio cuenta de todos los aspectos de su pensamiento y acciones. Al igual que Ignacio de Loyola, el fundador de la despiadada Orden Católica de los Jesuitas, los Legionarios no reconocieron limitaciones en los extremos a los que podrían ir en defensa de su particular variante de la Fe Cristiana. El extremismo de su culto al martirio es quizás el mejor ejemplo de su creencia de que con el fin de defender la Fe y la Nación, un Legionario puede a veces ser llamado a realizar actos que puedan resultar en su propia condena. En otras palabras, a veces no sólo una vida individual, sino un alma individual, debe ser sacrificada por el bien de la lucha. Esta es probablemente la forma más intensa del culto al martirio jamás concebida. Los movimientos religiosos que enseñan el martirio, típicamente prometen recompensa en una vida futura para el santo guerrero creyente que sacrifica su mera vida mortal para la causa. Sin embargo, para los guerreros sagrados de la Guardia de Hierro, un soldado de la Fe podría ser llamado a sacrificar no sólo su vida mortal, sino también su alma inmortal (Payne, 1995). Ningún culto al martirio podría ser más extremo. Con su ferviente ortodoxia de lado, uno podría estar tentado a comparar la perspectiva teológica de los Legionarios con la de Lucifer de John Milton. Al igual que Milton representa a Satanás como alguien que insistió en que es mejor gobernar en el infierno que servir en el cielo, podría decirse que los fieles guerreros de la Guardia de Hierro han creído que es mejor ganarse el infierno en la lucha por la propia nación que alcanzar el cielo por haber participado en una lucha menos virulenta. Los guerreros rumanos tomaron los cultos al martirio de los yihadistas islámicos o los kamikazes japoneses todavía un paso más allá.

Debido a su religiosidad incondicional y ferviente apego a la tradición rumana, también es tentador desestimar a los Legionarios como meros reaccionarios del Trono y Altar (herencia del pensamiento tradicionalista y anti-ilustrado gestado entre 1790 y 1808), en lugar de reconocerlos como una manifestación de una auténtica fuerza revolucionaria en la civilización Europea de la época. Sin embargo, tal conclusión sería problemática. Ya en 1919, el propio Codreanu se había unido a la Guardia de la Conciencia Nacional de Constantin Pancu, una facción de la Derecha anticomunista que a la vez abogó por mayores derechos de los trabajadores. Del mismo modo, la propia Guardia de Hierro estuvo involucrada en la organización de cooperativas y, al igual que muchos movimientos de Derecha radical de la época, expresó ferviente oposición al Capitalismo y el Comunismo (Barbu, 1993). En muchos sentidos, la Guardia de Hierro podría ser considerada como una contraparte ortodoxa al movimiento Falangista de España de José Antonio Primo de Rivera. Los paralelismos ideológicos son bastante significativos. Ambos movimientos abrazaron una filosofía nacionalista radical que atacó al Comunismo, al capital financiero, al Liberalismo, al Internacionalismo, y al Parlamentarismo, y todo esto, mientras expresaban su apoyo a la Fe tradicional de la población de sus respectivos países. Ambos mantuvieron una orientación principal hacia el paramilitarismo y la lucha armada de una manera que representa la evolución de la Derecha más allá de la corriente reaccionaria del Trono y Altar, hacia un nacionalismo revolucionario de verdad (Rivera, 1936). Sin embargo, ambos mantenían una perspectiva que era más tradicional que las influencias modernistas exhibidas por algunos movimientos de Derecha radical de la época, como el anticlericalismo de los Nacionalsocialistas alemanes, las influencias vanguardistas en el Fascismo italiano, el nietzscheanismo de los Revolucionarios conservadores, o el marxismo de los Nacionalbolcheviques. En otros aspectos, la Guardia de Hierro se parecía a las ya olvidadas milicias budistas o católicas anticomunistas, formadas en las naciones de Indochina durante el primer período de las guerras civiles en esas naciones.

La prevalencia de tantas fuerzas que exhiben un espíritu marcial inflexible en todo el mundo occidental en la primera mitad del siglo XX, es tanto más notable si se considera la desaparición casi total de los valores marciales en la cultura occidental de la actualidad. Los ejércitos de las naciones occidentales contemporáneas son apenas militares en absoluto, pues funcionan más como departamentos de policía glorificados, desplegados para siempre en la búsqueda de los dudosos e interminables esfuerzos de "mantenimiento de la paz" y tareas "humanitarias". Incluso el complejo militar-industrial masivo mantenido por los Estados Unidos funciona más como un esquema de bienestar corporativo para las legiones de compinches capitalistas conectados al Estado Americano. El personal militar estadounidense está compuesto de burócratas arribistas que rivalizan con sus homólogos de los sectores civiles del Estado o el mundo de las corporaciones capitalistas. De hecho, incluso entre sus filas, las fuerzas militares de los Estados Unidos son más una colección de mercenarios y hermandades que cualquier cosa que pudiera exhibir un espíritu guerrero en el sentido histórico o tradicional. La mezcla de la guerra moderna y de alta tecnología ha servido en muchas formas para eliminar los aspectos verdaderamente marciales de la guerra. En su lugar, las fuerzas del Imperio Estadounidense y sus aliados lanzan bombas desde la seguridad de los cielos. La "guerra" para estas legiones imperiales modernas a veces es más comparable a una visita a una sala de videojuegos que al compromiso del campo de batalla. De hecho, los militares estadounidenses sirven ahora como una fuerza primaria para la perpetración de la Corrección Política, representada por su compromiso de conciencia a la "diversidad", una integración adecuada de las mujeres y los homosexuales en sus filas, y la defensa de los "derechos humanos" en una escala global en lugar de cultivar un Ethos guerrero o mantener sus propias tradiciones históricas (Hunter, 2009).


 
Uno se inclina a preguntarse cómo sería hoy la civilización occidental, si sus antepasados ​​recientes, que de hecho mostraban tal valor marcial, no hubieran desperdiciado al mismo tiempo tanta sangre y dinero en guerras intestinas contra pequeños nacionalismos, disputas ideológicas, sectarias y odios de clase. Si eran los Legionarios de Rumania, los Falangistas de España, los Camisas Pardas de Alemania, los Camisas Negras de Italia, los Anarquistas de Cataluña, o los luchadores callejeros Comunistas del KPD, parece una lástima que tanta sangre se haya perdido en las luchas que eran en última instancia, inútiles y sin sentido, además de que estas luchas culminaran en la guerra explosiva e históricamente sin precedentes, que acabó con el reinado de Europa como principal civilización mundial, en favor de la hegemonía estadounidense que ha dominado desde 1945. Uno se pregunta si tal espíritu marcial podría ser alguna vez recapturado y dirigido hacia una visión más constructiva. La decadencia de la sociedad moderna está ilustrada por la naturaleza de su población apática. Los principales valores de la cultura occidental contemporánea son la búsqueda de la comodidad material, la seguridad y el hedonismo personal. Sólo un cambio psíquico radical y dramático entre los pueblos occidentales generado por la necesidad, probablemente invertiría esta tendencia predominante.

Parece ser que al igual que la antorcha de la dominación político-económica, la evolución cultural actualmente se está pasando de Europa a Asia, por lo que es la antorcha del espíritu marcial y el Ethos guerrero, lo que se pasa a las fuerzas insurgentes del Tercer Mundo. El espíritu de los Legionarios sigue creciendo no sólo entre los cristianos no occidentales, sino entre los insurgentes islámicos procedentes de Asia, África y el Oriente Medio y el resto de movimientos armados de América Latina. Los guerreros sagrados de hoy son los Islamistas, en lugar de los Legionarios o Falangistas. Se trata de los insurgentes musulmanes que ahora levantan la bandera del clásico ideal anarquista de la "propaganda por el hecho" (Hari, 2009), es la juventud de las naciones musulmanas en lugar de los jóvenes occidentales que luchan en las calles contra las instituciones decadentes, y las corruptas y arcaicas autoridades. De hecho, prácticamente los únicos elementos que demuestran algún tipo de valores marciales en la sociedad occidental contemporánea, son las bandas callejeras del lumpenproletariado.

Los teóricos militares más avanzados de la época contemporánea han reconocido los dramáticos cambios que se están desarrollando actualmente a nivel mundial en relación con la naturaleza de la guerra. Comúnmente etiquetada como "guerra de cuarta generación", la nueva forma de guerra que el esfuerzo marcial humano asume, es aquel que involucra a los actores no estatales. Este es un fenómeno genuinamente revolucionario que está cambiando esencialmente el monopolio de la conducción de la guerra asignado al Estado desde la época del Tratado de Westfalia. La guerra se libra ahora no por los Estados sino por los movimientos que carecen de poder estatal o que han sustituido al poder del Estado en una situación de colapso político. El ejemplo más prominente de ellos es la milicia Hezbolá (*) del Líbano, que sirve esencialmente como la fuerza de defensa de la nación libanesa, de otro modo militarmente impotente, y que tuvo éxito al repeler la invasión israelí en el verano de 2006. Hezbolá ha asumido asimismo las funciones domésticas y externas que normalmente desempeñan los Estados convencionales, con su provisión de salud pública, educación y servicios de bienestar (Preston, 2006). Irónicamente, bien podría decirse que Hezbolá es el paralelo más cercano a la Guardia de Hierro que cualquier otro movimiento político o militar contemporáneo.

Es bastante claro que el legado de Corneliu Codreanu y la Guardia de Hierro, al igual que el legado de tantos movimientos comparables de la época, pertenece al pasado. Sin embargo, aunque pudo haber sido admirable el valor personal de Codreanu y sus Legionarios, no puede haber ninguna duda de que muchas de las ideas que alimentaron a su movimiento se han vuelto cada vez más arcaicas con el paso del tiempo. Por ejemplo, su adhesión al modelo de la conspiración judía, que se describe en los "Protocolos de los Sabios de Sion" ahora parece un poco primitivo, y uno no tiene por qué ser un adherente de la piedad de la Corrección Política contemporánea para reconocer la retórica antijudía y las acciones de los Legionarios como excesivamente extremas. Del mismo modo, uno puede encontrar la supuesta naturaleza mística de la relación entre la Fe ortodoxa y la Nación Rumana defendida por los fieles de la Guardia de Hierro como dudosa. La era de tal fidelidad extrema a un Estado-nación en particular, sin duda ha pasado, y el patriotismo convencional del tipo asignado a históricos Estados-Nación se vuelve cada vez menos frecuente en el mundo contemporáneo. Del mismo modo, la disminución de la creencia religiosa cristiana ortodoxa o tradicional de cualquier tipo, entre los occidentales, es bien conocida. Es dudoso que el Cristianismo o el patriotismo nacional lleguen a inspirar una vez más a los habitantes de la civilización occidental en la forma en que éstos inspiraron las de épocas anteriores. Claramente, estas cosas son reliquias del pasado. Reliquias valiosas, tal vez, pero reliquias a fin de cuentas (Van Creveld, 1999).

Sin embargo, como la civilización occidental continúa su proceso de decadencia, es probable que sus poblaciones indígenas vayan de nuevo en busca de la identidad como resultado de la dislocación generada por el colapso de su civilización. A medida que el siglo actual se desarrolla y la preeminencia de Asia se hace cada vez más evidente, y el rebasamiento demográfico de Occidente se hace cada vez más inminente, es probable que los espíritus primordiales de los pueblos occidentales, una vez más, despierten. En ese momento, los pueblos indígenas de Occidente se convertirán de nuevo en los insurgentes, y bien podrían llegar a parecerse a los insurgentes actuales del Tercer Mundo. Cuando llegue una era así, los europeos indígenas, sin duda, buscarán encontrar inspiración en figuras pasadas que representen al espíritu marcial y al Ethos guerrero, que los occidentales no han valorado. Sin duda, es posible que Corneliu Codreanu sea una de esas muchas figuras.

(*) Este ensayo ya tiene sus años y en aquella época Hezbolá era un genuino movimiento antisionista y anti-moderno y no desguarnecía el Líbano para ir actuar de mercenarios a base de mentiras e intereses extranjeros, hoy ese ejemplo lo cumple cabalmente el Estado Islámico.




Bibliografía
·       Barbu, Zeev (2003). “Romania: The Iron Guard”, in Aristotle A. Kallis (ed.),The Fascism Reader. Londres: Routledge, p.195-201.
·       Hari, Johan (2009). “Blood, Rage & History: The World’s First Terrorists.” The Independent, October 12, 2009.
·       Hunter, Jack (2009). “Casualties of Diversity.” Taki’s Magazine, November 15, 2009.
·       Junger, Ernst (1993). “On Danger.” New German Critique, No. 59 ( Spring/Summer 1993)
·       Payne, Stanley G. (1995). A History of Fascism 1914-1945. Madison: University of Wisconsin Press, pp. 277-289.
·       Preston, Keith (2011). “The Nietzschean Prophecies: Two Hundred Years of Nihilism and the Coming Crisis of Western Civilization.” The Radical Tradition: Philosophy, Metapolitics & the Conservative Revolution, editado por Troy Southgate (Primordial Traditions, 2011).
·       Preston, Keith (2006). Propaganda by the Deed, Fourth Generation Warfare and the Decline of the State: An Examination of the History of the Decline of the State’s Monopoly on Violence and Warmaking (archivado aquí).
·       Primo de Rivera, José Antonio (1936). “Carta a los militares de España” (archivado aquí)
·       Van Creveld, Martin (1999). The Rise and Decline of the State. Cambridge University Press.
·       Volovici, Leon (1991). Nationalist Ideology and Antisemitism: The Case of Romanian Intellectuals in the 1930s. Oxford: Pergamon Press, 1991



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