JULIUS EVOLA - EL CAMINO DE LA ILUMINACIÓN EN LOS MISTERIOS MITRAICOS


Por Julius Evola

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

En un nivel particular del desarrollo espiritual, es inmediatamente evidente que los mitos de las religiones mistéricas son esencialmente una alegoría de los estados de la conciencia que experimenta el iniciado en el camino hacia su auto-realización. Las diversas acciones y aventuras de los héroes míticos no son poéticas, sino hechos reales; son las acciones específicas del ser interno e iluminan al que intenta seguir el camino de la iniciación que conduce más allá del cumplimiento del modo de existencia meramente humano. Estas aventuras no son conceptos alegóricos, sino experiencias. La interpretación filosófico-alegórica de los mitos es todavía una mera alegoría y no menos superficial que la interpretación naturalista y antropomórfica de los mitos. Esto implica que las personas pueden aprender una valiosa lección de este tema solo si ya saben alguna cosa; de lo contrario, la "puerta" permanece inexorablemente cerrada. Esto también se aplica a lo que voy a decir sobre el significado interno del mito de Mitra (1).

Los misterios mitraicos conducen al mismísimo corazón de la tradición mágica occidental: un mundo caracterizado por la autoafirmación, la luz, la grandeza, la realeza espiritual y la majestad espiritual. En este camino no hay lugar para el escapismo; o el ascetismo; o la mortificación del yo a través de la humildad y la devoción; o la renuncia y la abstracción contemplativa. El camino de Mitra es uno de acción, de energía solar y de espiritualidad, que se opone tanto al camino aburrido y soñador del universalismo oriental (2) como al sentimentalismo y moralismo cristianos.

Se dice que solo el "hombre" podía seguir este camino; cualquier “mujer" sería consumida y rota por la "fuerza taurina". El brillo de el hvareno, del glorioso y radiante halo mitraico, surge solo de una tensión espantosa, y solo la corona del "águila" es capaz de "mirar" al sol.

Mitra es el símbolo de los que siguen este camino. En el mito él se cree que es la luz celestial primordial que se manifiesta como un "dios generado a partir de una roca "(theos ek petras, to petroghenos Mithra). Mientras está de pie en la orilla de un río, se libera, escapando del oscuro mineral empuñando la espada y la antorcha que lo ayudaron mientras estaba en el útero de la "madre". Este es un nacimiento milagroso, visto solo por "pastores" escondidos en las "cimas de las montañas".

Lo que he mencionado hasta ahora es un conjunto de símbolos relacionados con lo que puede ser llamado la fase de la iniciación en el sentido estricto de la palabra. La "luz" celestial que era la luz de la Palabra, pero que los hombres no podían comprender (Juan: 9.10), que se reaviva en el que experimenta su primer nacimiento espiritual. Este nacimiento ocurre cuando uno se separa del "dios de esta tierra" y es capaz de resistir la embestida de las aguas. Esta luz es rechazada por el principio que informa la vida de la gente común y las cosas en las que su ser efímero que se basa en luces y certezas. Este principio se caracteriza por una frenética actividad superficial y confusa; por una carrera ciega hacia el "abismo"; por un asiento de profundo codicia que perpetúa (a través de la cadena de renacimientos, diferentes vidas compartiendo la misma inconsistencia y transitoriedad) un heterocéntrico estilo de vida, caracterizado por un ansia insaciable por varias cosas.

Esta fuerza vital salvaje y sin restricciones, que primero genera y luego devora cuando posee energías propias en un contexto de contingencia radical (3), corresponde al símbolo de las "aguas" al borde de las cuales se genera Mitra. Un iniciado es uno quien es "rescatado de las aguas" (observe la conexión con la leyenda de Moisés como se cuentan en el Éxodo), y quién "camina sobre el agua" (de ahí el significado esotérico del milagro de Cristo). El iniciado es un ser que ha aprendido a controlar la totalidad de los antojos y las deficiencias que lo impulsan internamente. Ha aprendido a resistirlos, y tiene el poder de decirles NO, y cómo violar su ley y cómo desarrollar una nueva vida sin ellos. De lo contrario, los seres del "mundo sublunar" (4) continúan experimentando la muerte, la aniquilación, o la reabsorción.

Por lo tanto, iniciarse es como dejar atrás la orilla de un río, en el cual la vida de las personas se desarrolla con todas sus miserias y grandezas. En ese punto uno tiene que enfrentar la corriente que se pone cada vez más furiosa hasta que alcanza la mitad del "río" (5), entonces tiene que moverse más allá de esta limitación y luchar hasta llegar a la orilla opuesta. Una vez que se ha alcanzado el banco opuesto, nace un nuevo ser espiritual: Mitra, el Niño Divino.

La "roca" que actúa como el útero de Mitra, es un símbolo del cuerpo. El cuerpo es el sustrato del anhelo cósmico, y el elemento que está sujeto al "principio húmedo". Así, las aguas también dominan todos esos estados humanos y facultades, sean estas "espirituales" o no, que existen en un sustrato físico. Para iniciarse, uno se ha liberado de la "roca" y lograr un estado de conciencia que ya no está limitado por la conexión con un vehículo corporal. Del mismo modo, los siguientes episodios que voy a referir son experiencias extracorporales que tienen lugar en un estado especial inducido por prácticas específicas, que no voy a describir en detalle. 

La expresión "theos ek pethras" tiene otro significado en la tradición mágica. Por un lado, la precipitación de lo que constituye la "luz celestial" en la mazmorra representada por la oscura "tierra" es negativa y es un proceso degenerativo; pero, por otro lado, también representa una oportunidad para que el elemento espiritual se vuelva individualizado y actualizado. Del cuerpo del organismo sofisticado se da la presencia de un núcleo de una energía cualificada. La iniciación mágica no consiste en disolver dicho núcleo en una fluctuación indistinta de la vida cósmica. Por el contrario, consiste en fortalecerlo e integrarlo. Por lo tanto, una iniciación consiste en llevar este núcleo hacia adelante, no hacia atrás. Según el pensamiento iniciático, el espíritu no es "otra cosa" sino más bien algo inmanente, que necesita ser elevado desde los pozos de realidad humana concreta (de la "roca"). Esta realidad es divina, no por gracia, sino de acuerdo con su propia naturaleza; de ahí la expresión "roca generativa" (el concepto equivalente en la tradición hermético-alquímica es el del "material requerido en la Opus Magnum") y el atributo de petrogenos (generado a partir de la roca) que se le otorga al Hombre-Dios, Mitra, que no desciende del cielo, sino que se deriva de la tierra.

La "desnudez" del niño divino encuentra sus símbolos complementarios en las nociones de "ser rescatado de las aguas"; de "ser extraído de la roca”; de "tirar la ropa" y de "ser lavado". Estos símbolos se encuentran en muchas tradiciones esotéricas. Estar "desnudo" es el equivalente de ser puro, que en este contexto se refiere a la autarquía, la autosuficiencia, el desapego de cualquier cosa y de cualquier persona.

Con particular referencia a la voluntad, las tradiciones esotéricas llaman a una voluntad impura cuando está preocupado y determinado por varios factores, como objetos, propósitos, razones o pasiones. También se llama impura porque una voluntad como esta es incapaz de proceder por sí misma, de querer y afirmarse, o resolverse en una forma pura. En Occidente, esta forma pura (que los hindúes llaman nishakama-karma a diferencia del sakama-karma, que es una acción que se desea por el bien de los resultados que traerá), está simbolizado por la "Virgen". Esta "Virgen" pisotea con los pies a la "Serpiente" y a la "Luna" (dos símbolos que refieren al agua), y a través de un "concepción virginal", ella da a luz al niño divino. El llamado autozoon, que es una vida autogenerada que subsiste más allá de la contingencia de la naturaleza humana, surge de una voluntad "virginal" y purificada que está libre de todos los enlaces, que consiste solo de actos puros. En el ritual mitraico, se hace mención de "la existencia del poder del alma en un estado de pureza incontaminada"; esta existencia genera un nuevo núcleo más allá de las aguas. Este núcleo, gira, una vez que se desarrolla en un nuevo ser, y pasa a poblar un mundo que está más allá de la dimensión humana, más allá del espacio y el tiempo.

Tal nacimiento milagroso es percibido solo por "pastores escondidos en las Montañas". El símbolo de la Montaña se refiere a esos seres espirituales superiores quienes mandan y dirigen de manera invisible las grandes corrientes de las aguas. Las aguas simbolizan las fuerzas históricas y sociales, las tradiciones, las creencias y el sistema psíquico colectivo que dominan los seres pasivos quienes, viviendo como un rebaño, habitan el mundo sublunar. La montaña misma es símbolo de un estado particular de conciencia metafísica, que se repite en los "Sermones del Monte" que se encuentran en varias tradiciones.

Pero para alcanzar la virilidad, el nuevo ser debe experimentar nuevas y muchas más pruebas difíciles, en las que puede experimentar la victoria o la catástrofe. Ya que Mitra es superior al mundo habitado por naturalezas inferiores, también debe lograr la superioridad sobre el mundo de esas naturalezas espirituales que están fuera de la propia condición de su cuerpo que se revela progresivamente.

El mito continúa diciendo que una vez que Mitra está más allá de las aguas, el "furioso viento se invierte y azota su cuerpo desnudo, ya que siente la presencia de terribles poderes que surgen a su alrededor". Sin dudar, Mitra se acerca a un árbol, y procede a arrancar y comer de su fruto. De las hojas él hace una "prenda". Ahora está listo para competir con los señores del mundo maravilloso en el que ha entrado.

Esto se refiere a una serie de estados particulares de la conciencia que son atraídos a la "desnudez", o al elemento de la voluntad en su estado más puro y libre. El "viento" alude a una experiencia que es muy característica y, sin embargo, muy difícil de comunicar. Trataré de explicarlo con un ejemplo. Decir "yo amo" o "yo odio", es presumir una propiedad imaginaria. Los sentimientos, en su esencia, son realidades cósmicas universales que se actualizan en varios seres, de la misma manera que se produce el fuego cuando los mecanismos que conducen a la combustión están presentes. Uno no debería decir: "Amo", sino más bien: "El amor ama en mí". Qué comúnmente se llama "personalidad", en realidad no es más que el resultado de la interacción dinámica de tales fuerzas impersonales; la "personalidad" carece de una existencia verdadera en sí misma, y ​​no puede atribuirse tales fuerzas a sí misma.

Cuando este agregado se disuelve (6) debido al ignis essentiae (el fuego de la iniciación, así como el fuego de la muerte [7]) sigue existiendo, como una identidad de conciencia, que en la tradición alquímica se llama el "dorado grano incorruptible". Las fuerzas mencionadas anteriormente, una vez liberadas del mundo fenoménico, particular y psicológico en el que las experimenta la humanidad, se manifiestan en este algo que es su verdadera naturaleza, como fuerzas cósmicas. Pero frente a estas fuerzas, uno es tan impotente como un ser físico confrontado por la furia de los elementos de la naturaleza, como los océanos, los rayos y los cataclismos. En su desnudez, el iniciado está animado por estas fuerzas. Cuando las "olas" creadas por estas fuerzas lo empujan a las dimensiones más profundas de su ser interno, el iniciado no puede hacer nada más que permanecer quieto y sin reaccionar, para que no sea barrido. Según el trabajo hermético de la Tabula Smaragdina, o la Tabla Esmeralda, estas ondas constituyen el "viento" que lleva el Thelesma, que es el principio destinado a atraer el poder de todas las cosas, ya sean de una naturaleza superior o inferior.

Esta prueba, que en algunas tradiciones cristianas esotéricas se esconden detrás del símbolo de la “flagelación ", confiere a Mitra una firmeza y una naturaleza inquebrantable. sin el cual perdería la vida en el juicio que sigue.

Esta prueba requiere nada menos que un giro completo, esta vez en el sentido afirmativo de la palabra, opuesto a lo que el mito bíblico refiere como el pecado original. El Ser se atreve a hacer violencia al "Árbol de la Vida", para desfoliarlo y comer sus frutos. El Ser es lo suficientemente fuerte como para arrebatar al Principio Universal una cierta cantidad de poder cósmico y dominarlo, lo que significa que tiene la capacidad de enfrentarse al "agua" y al "viento". Esto es realizar una acción radical, una acción absoluta e ir más allá de uno mismo. Es la acción que crea un vacío, inmediatamente llenado por una fuerza que envuelve, en la forma de una llama, la naturaleza desnuda responsable de una hazaña tan atrevida. En muchas tradiciones, este hecho se conoce como la "proyección del fuego", un eminentemente acto positivo que atrae un elemento negativo; también se le ha llamado una '' descendencia femenina" (8), que se convierte en la prenda de poder del núcleo. Vestida con esto, por ejemplo, el núcleo recién constituido adquiere los medios para manifestarse y proyecto en sí, que es tan necesario para la vida en la dimensión supersensorial como el vehículo físico es necesario en la vida sensorial.

Por lo tanto, el poder que se precipita necesita un centro y aquellos que, después de haber evocado este poder, no saben cómo proporcionarlo con un centro, son arrastrados por él. La "Caída" se refiere precisamente a esto. El "caer" consiste en fallar en el curso de esta acción, o en "el Reino de Cielo, o el Destino, sufriendo violencia"; o en uno asumiendo la Vida en su totalidad; o en ser abrumado por un terror que inmediatamente barre y destruye al individuo (9). Este último es un posible resultado catastrófico. Otros, por el contrario, demuestran ser suficientes por su propio acto. Pueden romper la maldición, tomar sobre sí mismos el poder, retenerlo y dominarlo. Lejos de "caer", ellos "renacen por el poder", en la "poderosa fuerza de todas las fuerzas", en la "mano derecha incorruptible". Mitra es una de estas personas; tampoco él se somete a la ley, pero él extrae de su acción la fuerza necesaria para volverse contra aquel que cumple la ley y, a su vez, someterlo a su propia ley.

Aquí el carácter peculiar de las iniciaciones mágicas es evidente. Realmente, hay una tendencia, en una serie de escuelas de pensamiento, que deben considerarse como místicas en lugar de esotéricas, que buscan disolver al individuo en algo impersonal (10), si se describe como el infinito indiferenciado (por ejemplo, el nirguna y rahman de la tradición vedántica) o como una orden o armonía trascendente. Al disolver el núcleo del Ser en esta realidad impersonal en "la medida que se disuelve un grano de sal en un océano de agua", es el objetivo declarado de estas escuelas de pensamiento, que ven cualquier noción de afirmación, lucha y subordinación espiritual como algo completamente sin sentido. Por el contrario, la Tradición Mágica comprende el mundo espiritual en términos muy diferentes en la medida en que defiende firmemente la noción de individuo, o el de un centro afirmativo que exista más allá de cualquier "disolución", aunque en otros términos que no sean meramente físicos y personales. La Tradición Mágica no ve el mundo espiritual como caracterizado por un orden idílico o por una universalidad indiferenciada, sino más bien como un conjunto de fuerzas abisales existentes desenfrenadas que son libres, terribles y felices al mismo tiempo. Se cree que estas fuerzas están atrapadas en una interacción de tensiones, en comparación con lo cual, cualquier cosa que los seres humanos llamen "lucha" es simplemente un pálido y cadavérico reflejo. Cada una de estas entidades continúa existiendo y conservando su individualidad en la misma proporción en que tiene la capacidad de existir y resistir a otras entidades que, a su vez, intentan atraerlo y asimilarlo. Este es un mundo existente en un estado libre, no regido por ningún plan de providencial, ni sujeto a cualquier ley de ordenación teleológica y apriorística a la que pertenezcan las diversas fuerzas que se supone que simplemente la conforman. Lo único a priori real son estas mismas fuerzas. Todos las leyes y los sistemas no son más que subproductos de la organización de estas fuerzas, y nada más que los signos de un poder más amplio que tiene como fin limpiar, asumir y unificar otros poderes que se encuentran debajo. En consecuencia, disminuye el caos primordial de las diversas fuerzas que luchan entre sí.

En este contexto, la lucha es muy diferente de la lucha que generalmente tiene lugar en el mundo material. La Violencia destructiva, el odio, la fuerza de voluntad, la fuerza en el sentido físico de la palabra, no se encuentran en este mundo, lo que tiene lugar es más una confrontación de "presencias", un encuentro entre diferentes grados de ser y entre diversas cantidades de intensidad espiritual. Ningún poder quiere, estrictamente hablando, vencer y dominar a los demás. Sin embargo, esto tiene lugar naturalmente, como consecuencia de un mayor grado de ser. Este mayor grado de ser actúa sobre poderes inferiores como un vórtice profundo, que traga y los domina cada vez que entran en contacto con él. En este contexto, para salir victorioso, es decir, para conservar la autonomía, el secreto es soportar. Cualquier fuerza que invierta el ser sin lograr arrojarlo lejos, a su vez es barrida y subyugado por ese ser. No existe un hueco, no existe un área segura en este mundo de tensiones donde no subordinarse significa convertirse en subordinado.

De ahí el dicho, que es una ley para aquellos que se llaman maestros: "No te reveles a los demás". Este concepto le dio a J.G. Frazer el tema de su obra principal, sobre el sacerdote de los misterios (el "Rey de los bosques") y su dignidad, que solo se confirma al triunfar sobre un retador. Por lo tanto, el extraño dicho según el cual un estudiante que triunfa mata a su maestro; y, finalmente, de ahí la noción oriental desconcertante según la cual los "dioses" son enemigos del yogui. En el camino "lunar", o el camino de Isis, lo que importa es convertirse en un instrumento obediente de entidades superiores. En el camino "solar" de la magia, o el camino de Ammón, la acción más importante es retener el ser vis a vis estas entidades; esto, sin embargo, no es posible sino para superarlos. Hay que luchar contra ellos en la "cantidad" del destino que llevan, para tomar sobre sí su peso y su responsabilidad.

Cuando Mitra llega a este punto, las "puertas" se abren y giran, brilla la luz de "aquellos que son" poderes terribles que miran fijamente al recién llegado. Más allá de todos ellos está el Sol, el Eón ardiente. En este terrible instante, que crea un silencio estéril, el desierto, el terror de grandes catástrofes y de grandes sacrilegios, Mitra aguanta y mira al gran dios. Cesa sus oraciones y comandos. Y he aquí, el dios cede y le pide a Mitra que confiera la iniciación sobre él y firmar un pacto de respeto mutuo y amistad.

Este clímax marca el final de la primera gran fase de la iniciación: un ser ha surgido, más fuerte que la naturaleza, más fuerte que los dioses, un ser que está más allá del nacimiento y la muerte.

Anteriormente mencioné que las experiencias que vivió Mitra corresponden a una serie de realizaciones espirituales que tienen lugar de inmediato y directamente fuera del cuerpo. En el caso del iniciado, se supone que esto sucede a través de la inducción de estados particulares de conciencia. El que induce estos estados es una persona calificada (el hierofante, en los Misterios); estos estados constituyen tanto un problema como una prueba que el iniciado debe resolver a través de un acto determinado de su ser espiritual. Pero en los misterios mitraicos, hay una mayor realización, que corresponde al mito de la "matanza del toro".

La tarea consiste en esto: reafirmar el vértice solar y real, que es realizado fuera del reino físico, en el cuerpo mismo, en la "roca" oscura que había quedado atrás durante toda esta fase. Mitra ahora tiene que lidiar con subyugar eventualmente el poder salvaje e indómito de la vida, simbolizado por el "toro". Este hecho involucra disciplinas que afectan el cuerpo mismo, y que tienden a alterar de manera radical la relación que el cuerpo tiene con el Ser. Este no es el lugar para discutir los métodos empleados para este propósito; es suficiente decir que estos métodos van desde el supuesto exclusivo del "fuego" en la concentración mental, al empleo adecuado de traumas psíquicos como los que se encuentran en el sufrimiento o durante la excitación sexual. Las escuelas hindúes se centran principalmente en disciplinas relacionadas con la respiración. Desde que el ritual descrito por Dieterich muestra cómo también se emplean en la Teúrgia Mitraica, los mencionaré brevemente. Unas palabras de precaución se deben dar antes, ya que las prácticas son inútiles o extremadamente peligrosas para aquellos que aún no realizan las experiencias que he descrito hasta ahora.

Mitra agarra el "toro", sosteniéndolo de sus cuernos. Salta sobre su espalda y monta la bestia que rompe a galopar y lleva a su jinete a un salvaje y peligroso paseo. Mitra se mantiene firme y se deja "transportar" colgando de los cuernos. El toro pronto se agota y regresa a la "cueva" de donde salió. Mitras lo deja "quieto" y luego acaba con la bestia con una daga en nombre del sol.

Ya he mencionado que el "toro" simboliza la fuerza vital primaria. Debe identificarse con el Dragón Verde de la Alquimia, con el kundalini tántrico o con el "Dragón" taoísta. Las disciplinas que se centran en la respiración llaman a esta fuerza prana, una respiración considerada en su forma y dimensión más "luminosa" y "sutil". El prana está relacionado con la respiración material como el alma con el cuerpo. Esta fuerza vital es naturalmente evasiva y resiste la coerción; es el incesante "mercurio", el "volátil", el "pájaro" (el pájaro hamsah de la tradición hindú, ham y sah siendo respectivamente el sonido de inhalar y exhalar), que el iniciado tiene que "montar" e "inmovilizar". La práctica consiste en la respiración enfocada y en perderse en ella; luego, audazmente, soltarse, hundirse. Esto es lo que se supone que significa la expresión "el dragón vuela".

Según las disciplinas iniciáticas que se encuentran en el hinduismo, la respiración tiene cuatro dimensiones: una dimensión material (sthula), relacionada con el estado de vigilia y a las facultades cerebro-psicológicas; una dimensión sutil y luminosa (sukshma), relacionado con el estado de sueño y el sistema nervioso; una dimensión causativa, ígnea (karana), relacionada con el estado del sueño profundo y el sistema sanguíneo; y finalmente una dimensión que los textos hindúes llaman turiya (la cuarta), que está relacionado con el estado especial observado en la catalepsia: un estado de aparente muerte, relacionada con el esqueleto y la función reproductiva.

Mitra, quien después de agarrar al toro "se deja llevar" en un paseo salvaje sin soltarlo nunca, simboliza el Yo que, cuando se hunde, pasa a través de estas cuatro etapas y a través de las áreas neutrales que las separan. Por el contrario, la gente común simplemente pierde el conocimiento y se queda dormida en la primera etapa. El toro se rinde solo cuando Mitra muestra suficiente audacia y una sutil resistencia duradera, o hasta que el proceso de "hundimiento" alcance el cuarto etapa (11). En este punto, los mecanismos básicos de la fuerza vital primitiva son incautados y se detienen; el mercurio se fija y se congela; el "toro" es asesinado. La fuerza vital, finalmente privada de todo apoyo, se suspende, se rompe, se queman las raíces.

Una vez que se alcanza este punto de clímax se produce una transformación milagrosa. Una ardiente y tormentosa vida divina surge de lo profundo, rápida como un rayo. Esta nueva fuerza vital impregna todo el cuerpo con un brillo que lo transfigura. Recrea el cuerpo ab imo, como una entidad de actividad pura, como un cuerpo glorioso de esplendor inmortal; este es el "cuerpo radiante", el augoeides, el Hvareno, el vajra, el Dorje. Todos estos son nombres diferentes que se repiten en varios idiomas orientales y tradiciones occidentales, que describen la misma fuerza. Esta nueva fuerza vital, que tiene la naturaleza del diamante y del rayo irresistible, transforma al mortal y la condición privada en una de inmortalidad.

Lo que rezuma de la herida del toro no es sangre, sino trigo, el pan de la vida, como una fuente perenne creada por el desierto circundante y como un milagro de un nuevo tipo de vegetación. Sin embargo, todavía hay que superar un obstáculo: los enjambres de animales impuros que se apiñan alrededor del toro moribundo para beber su sangre y morder sus genitales, envenenando así la fuente de la vida. Este es el último episodio en esta saga. El significado de todo esto es que el poder prodigioso y sobrehumano, llamado kundalini en la tradición hindú, se despierta una vez que se mata al toro. El poder inunda inmediatamente todos los principios y las funciones que apoyan al ser físico. Si durante este proceso todos estos elementos no han sido purificados, organizados y unificados, se desatan, absorben y transforman para avanzar hacia el poder superior que se suponía que los transformaría a ellos en un cuerpo espiritual. Lo que sigue, por lo tanto, es un revés terrible, una emanación, un brote de esas fuerzas que pertenecen al animal y a la naturaleza emotiva, y que ahora están extraordinariamente emocionados. Este fenómeno ha sido llamado la "nubosidad del cielo", "la tormenta" o el "diluvio". En las tradiciones alquímicas y taoístas, se dice que esta "tormenta" ocurre después de que alguien ha bebido la "leche de la Virgen", que es la "sangre del dragón" en el mito de Mitra que es el fenómeno correspondiente al enjambre de los animales impuros.

Es poco probable que esta experiencia se pueda evitar por completo, ya que es el último juicio. Pero he aquí, después de que ha tenido lugar, el cielo se abre y el milagro continúa. Los últimos obstáculos oscuros son barridos por el creciente torrente de luz y sonido, iluminando lo que está latente, oscuro, enterrado, contraído en la forma de órganos corporales, en gestos, en una iluminación poderosa y cósmica. Esta constituye el ascenso del Hombre-Dios a las esferas celestiales, a la jerarquía de los "siete planetas". Aquí la dimensión externa de las cosas se desvanece, se convierte en un interior brillante, y luego arde. Todo se vuelve vivo, despierta y es renacido desde adentro; todo se vuelve simbólico, significativo, el espíritu radiante de un cuerpo ilimitado y eterno.

Más allá de la séptima esfera se encuentra el ULTIMATE, donde ya no hay un "aquí" o un "allá", sino la calma, la iluminación y la soledad como un infinito Océano. Es la dimensión del "Padre", más allá de la cual yace la dimensión del "Águila", el ápice, el sustrato del mundo de poderes en llamas y que gira.

Este es el camino y el desafío abierto al hombre, según la sabiduría Mitraica, que compitió con el cristianismo para heredar el legado del Imperio Romano. Una vez que fue empujado hacia atrás y relegado al plano externo, exotérico, la eficacia de la sabiduría misteriosa se conservó en la tradición oculta, pero continuó operando en eventos históricos occidentales, ejerciendo una influencia sutil e invisible. Hoy, una vez más, emerge nuevamente más allá de ese mundo que la ciencia se ha "liberado" y que la filosofía ha "internalizado". Reaparece todavía muy confundida en seres que se han roto bajo el peso de una verdad demasiado pesado para ellos, que sin embargo otros sabrán cómo tomar y afirmar. Resurge en Nierzsche, en Weininger, en Braum, en las trayectorias más radicales del idealismo más reciente. Resurge en mí mismo, en mi anhelo por el infinito, en el único valor que aprecio: una vida real y solar, una vida de luz, de libertad y poder.

EL EMPERADOR JULIANO

Es alentador encontrar trabajos académicos que van más allá de los prejuicios y las distorsiones que caracterizan la mayoría de los puntos de vista de los contemporáneos historiadores. Es el caso de Raffaello Prati, quien ha traducido al italiano e introdujo al público en general los escritos especulativos del emperador romano Juliano Flavius, colectivamente titulados "Sobre los dioses y los hombres".

Es de destacar que Prati empleó el término "Emperador Juliano" en lugar de la expresión predominante "Juliano el apóstata". De hecho, el término "apóstata" no es adecuado, ya que debería aplicarse a quienes abandonaron las tradiciones y cultos sagrados que eran el alma de la Antigüedad y la grandeza de Roma, esto se aplica quienes aceptaron una nueva fe, que no era de origen romano o latino, sino de origen asiático y judío. Por lo tanto, el término "apóstata" debería no caracterizar a quienes, como Juliano Flavius, se atrevieron a ser fieles al espíritu de la Tradición y que intentaron reafirmar el ideal solar y sagrado del Imperio.

La lectura de los textos recién publicados, que fueron escritos por Juliano en su tienda, entre largas marchas y batallas (como si sacara de su espíritu nuevas energías para enfrentar eventos difíciles), también deberían beneficiar a aquellos que siguen la opinión actual que define el paganismo, en sus componentes religiosos, como más o menos sinónimo de superstición. De hecho, Juliano, en su intento de restaurar la Tradición, opone al cristianismo una visión metafísica. Los escritos de Juliano nos permiten ver, detrás de los elementos alegóricos y externos de los mitos paganos, una sustancia de mayor calidad.

Juliano toco un punto muy importante cuando escribió:

“Cuando los mitos sobre los asuntos sagrados son incongruentes con el pensamiento, por ese mismo hecho gritan en voz alta, por así decirlo, y nos llaman a no creerlos literalmente, sino estudiarlos y rastrear sus significados escondidos... Cuando el significado se expresa incongruente hay algunos que esperan que los hombres descuiden el sentido más obvio de las palabras, y esa inteligencia pura puede elevarse a la comprensión de la naturaleza distintiva de los dioses que trasciende todas las cosas existentes” (12).

Este debería ser el principio hermenéutico empleado por quienes estudian las mitologías y las teologías antiguas. Por lo tanto, cuando los académicos usan términos despectivos tales como "superstición" o "idolatría", demuestran ser de mente cerrada y tener mala fe.

Por lo tanto, en la reevaluación de la antigua tradición sagrada romana, intentada por Juliano, es la visión esotérica de la naturaleza de los "dioses" y su "conocimiento" lo que en última instancia importa. Este conocimiento corresponde a una realización interior. Desde esta perspectiva, los dioses no son retratados como inventos poéticos o como abstracciones del filosofar de los teólogos, sino más bien como símbolos y proyecciones de estados trascendentes de conciencia.

Así, el propio Juliano, como iniciado de los misterios de Mitra, vio una estrecha conexión entre un conocimiento superior de uno mismo y el camino que conduce al "conocimiento de los dioses"; este último es un objetivo tan noble que hace que el dominio sobre las tierras romanas y bárbaras palidezca en comparación con él.

Esto nos lleva de vuelta a la tradición de una disciplina secreta a través de la cual el conocimiento de uno mismo es radicalmente transformado y fortalecido por nuevos poderes y estados internos, que están simbolizados en la teología antigua por los diversos numina. Se dice que esta transformación ocurre después de una preparación inicial, que consiste en vivir una vida pura y en practicar el ascetismo y eventualmente en llevar a cabo experiencias especiales que están determinadas por los ritos de iniciación.

Helios fue el poder al que Juliano dedicó su himno, cuyo nombre él invocaba incluso en sus últimas palabras, mientras moría al atardecer en un campo de batalla en Asia Menor. Helios es el sol que no se concibe como un cuerpo físico deificado, sino más bien como un símbolo de una altura metafísica y un poder trascendente. Este poder se manifiesta en la humanidad y en aquellos que han sido regenerados, como un nous soberano y como una fuerza mística des lo alto. En la Antigüedad e incluso en la propia Roma, a través de la influencia persa, esta fuerza se consideraba estrictamente asociada con la dignidad real. El verdadero significado del culto romano imperial que Juliano intentó restaurar e institucionalizar una y otra vez frente al cristianismo solo puede apreciarse en este contexto. El motivo central en este el culto es el líder verdadero y legítimo es el único que está dotado de una superioridad ontológica sobrenatural y quién es una imagen del rey del cielo, es decir, el propio Helios. Cuando esto ocurre (y solo entonces), la autoridad y la jerarquía están justificados: el regnum está santificado; y su centro de gravedad luminoso debe ser encontrado, el cual atrae a sí mismo una serie de fuerzas humanas y naturales.

Juliano anhelaba implementar este ideal "pagano" dentro de un sistema estable y unitario de jerarquía imperial, dotada de una base dogmática, un sistema de disciplinas y leyes, y una clase sacerdotal. Se suponía que la clase sacerdotal tenía como su líder al propio emperador que, habiendo sido regenerado y elevado por encima de la mera condición mortal por los Misterios, encarnaba simultáneamente la autoridad espiritual y el poder temporal. Según esta opinión, se creía que el emperador debe ser el Pontifex Maximus, un antiguo término restaurado por Augusto. Las presuposiciones ideológicas sobre las que descansaba la visión de Julian eran: 1) la naturaleza que se cree que forma un todo armonioso y que está impregnada de fuerzas vivas e invisibles; 2) un Estado que profesa el monoteísmo; 3) Un cuerpo de "filósofos" (sería mejor llamarlos sabios) capaces de interpretar lo teología tradicional de la antigua Roma y de actualizarla a través de ritos de iniciación.

Este punto de vista está en marcado contraste con el dualismo del cristianismo primitivo, ejemplificado por el dicho de Jesús "da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Este dicho eventualmente llevó a los cristianos a negarse a rendir homenaje a los emperadores en cualquier otro papel que no sea como gobernante. Esta negativa, por cierto, fue considerado como un despliegue político de anarquía y de subversión, y culminó en las persecuciones del Estado contra los cristianos.

Lamentablemente, los tiempos no estaban maduros para la implementación del ideal de Juliano. Dicha implementación habría requerido la participación activa y sinérgica entre todos los estratos sociales de la sociedad, así como una refundición de la antigua Weltanschauung en términos más vibrantes. En cambio, una separación irreversible entre forma y contenido tuvo lugar dentro de la sociedad pagana.

Incluso el consenso que el cristianismo obtuvo fue un signo fatal de la decadencia de los tiempos. Para la gran mayoría de las personas, hablar sobre los dioses como experiencias internas o considerar lo trascendente y solar mencionado anteriormente como principios y requisitos necesarios para el Imperio no era más que una ficción o una mera "filosofía". En otras palabras, lo que faltaba era un fundamento existencial. Además, Juliano se engañó a sí mismo pensando que sería capaz de transformar ciertas enseñanzas esotéricas en formaciones políticas, culturales y sociales efectivas. Sin embargo, estas enseñanzas, debido a su propia naturaleza, estaban destinadas a ser parte de las enseñanzas de solo círculos restringidos.

Esto no debería hacernos concluir que, al menos en principio, una contradicción existió entre la visión de Juliano y el ideal de una aplicación de esos elementos espirituales y trascendentes. La mera existencia histórica de una sucesión de civilizaciones centradas en una espiritualidad "solar" (que abarca desde el antiguo Egipto y el antiguo Irán, hasta Japón antes de la Segunda Guerra Mundial) demuestra que tal contradicción realmente no existe. Más bien debería ser que Roma, durante el tiempo de Julián, carecía de la sustancia humana y espiritual capaz de establecer conexiones y relaciones de participación para caracterizar una nueva jerarquía viva como un organismo imperial totalitario digno del nombre de pagano.

El célebre texto de Dmitri Merezhkovsky, La muerte de los dioses, captura de forma admirable y sugerente el clima cultural de la época de Juliano, con sus presagios de un crepúsculo de los dioses.

Después de un largo paréntesis, algunos elementos de la antigua tradición fueron destinado a resurgir cuando, gracias al surgimiento de las dinastías germánicas en la escena de la historia europea, se hizo posible volver a hablar de la restauratio imperii, en la forma del Sacro Imperio Romano medieval. Esto es cierto especialmente si consideramos la tradición gibelina que intentó reclamar para el Imperio, contra las demandas hegemónicas de la Iglesia, una dignidad sobrenatural no inferior a la que la Iglesia misma disfrutaba.

Con respecto a esto, es importante examinar de cerca lo que estaba oculto en la literatura caballeresca, en la llamada leyenda imperial y en otros documentos bien conocidos. He intentado reunir e interpretar adecuadamente todas estas fuentes en mi libro ll mistero del graal e Ia tradizione gibellina dell'impero (1937).

SOBRE LOS MISTERIOS DE MITRA

E. Renan escribió una vez: "Si el cristianismo hubiera sucumbido a la muerte por una 'enfermedad', el mundo se habría vuelto de mitraísta". En otras palabras, se habría adoptado la religión de Mitra. Según una opinión común compartida por muchos eruditos el mitraísmo fue el rival más fuerte y más atractivo alguna vez encontró el cristianismo. El mitraísmo llegó a Roma durante la primera mitad de la primera Siglo II aC. y alcanzó su apogeo alrededor del siglo III d. C. Finalmente, la religión se extendió hasta los extremos del imperio, donde en su mayor parte atrajo antiguos legionarios que se habían convertido en granjeros. El mitraísmo era agradable por su espíritu viril y de lucha y los emperadores como Adriano, Cómodo y Aureliano se iniciaron en sus misterios.

Al final del siglo II d.C., el mitraísmo fue oficialmente conocido como la religión del Imperio con Mitra considerada como su patrona y campeón. El culto de Mitra también se había fusionado con el culto al Dios Sol Helios, a quien se consideraba un poder divino soberano e invencible. En 25 de diciembre, la fecha del solsticio de invierno (die natalis Solis invicti Mithra) era la salida del sol que nuevamente fue celebrada como una de las fiestas mitraicas más importantes en esos días. En su trabajo de subversión, los cristianos adoptaron esta fiesta y la convirtieron en la Navidad. Se cree que Constantino dudó entre el cristianismo y el mitraísmo, mientras que Juliano se convirtió en un famoso iniciado de estos misterios. Este emperador adoptó el mitraísmo, así como la metafísica y las tradiciones de los misterios neoplatónicos, en su audaz y noble intento de restaurar los cultos paganos romanos para contrarrestar la rápida difusión de la fe cristiana.

Tengo mis reservas sobre la posibilidad de que el mundo antiguo hubiera podido haberse convertido en mitraista en lugar de haberse cristianizado. Para competir con éxito con el cristianismo, el mitraísmo habría tenido que bajar sus propios estándares. Incluso si hubiera permanecido sin adulterar, es muy poco probable que hubiera ganado frente al apoyo popular de la religión de Jesús, que se caracterizó por una doctrina sentimental de salvación abierta a todos los que la buscaban. El mitraísmo era una rama de una antigua religión persa llamada mazdeísmo. Fue del mazdeísmo que el culto a Mitra derivó su motivo central de una lucha entre las fuerzas de la luz / bien y las fuerzas de la oscuridad / mal. El mitraísmo pudo haber tenido formas religiosas y exotéricas, pero su núcleo central se encontraba en sus misterios, es decir, en una iniciación, en el verdadero sentido de la palabra. Esta separación entre la religión y la iniciación, que luego se acentuó cada vez más, fue per se la limitación del mitraísmo, aunque hizo del mitraísmo una forma más completa de Tradición.

En este punto, me gustaría centrarme en los misterios mitraicos y caracterizar su naturaleza sobre la base de testimonios recopilados de escritores antiguos o de las escenas representadas en varios monumentos antiguos encontrados en las mismas áreas de los centros de culto y sus misterios. Además de estos testimonios, que fueron reunidos por Franz Cumont en una de sus principales obras, hablaré sobre "Ritual mitraico del gran Papiro mágico” (Apathanatismos en griego), que ahora se mantiene en París. Este texto, con una traducción y un comentario, puede ser encontrado en el primer volumen de la obra, lntroduzione alla Magia.

Creo que es importante analizar y buscar el significado interno del mito de Mitra, comenzando con los diversos episodios retratados en esculturas antiguas y bajorrelieves, algunos de los cuales son de una mano de obra exquisita. Es de destacar recordar que tales mitos fueron una dramatización de las mismas experiencias que la persona iniciada tuvo que someterse. El drama era una repetición de las hazañas del dios con el que se suponía que el iniciado debía identificarse.

Según el mito, Mitra nace o se genera a partir de una roca que se encuentra cerca un "río" (theos ek petras, petrogenos Mithra) como manifestación de la Luz primordial uránica; este nacimiento milagroso solo es notado por los "guardianes" escondidos en las cimas de las montañas cercanas. En lo que respecta a estos "guardianes", ellos pueden ser referidos como los "Maestros invisibles" y relacionados con esos seres primordiales quienes, según Hesíodo, nunca murieron, sino que continúan viviendo en las siguientes edades y a quién se puede llamar "los que están despiertos".

Las "aguas" y la "roca" pueden referirse al dualismo de la corriente del devenir y el principio que lo domina. La roca aparece en muchas tradiciones con numerosos significados. Es tentador establecer una analogía entre el nacimiento de Mitra y uno de los elementos encontrados en la saga artúrica, a saber, una espada fijada en la piedra que flota en el agua. Al levantarse de la piedra, Mitra sostiene con una mano una espada y con la otra una antorcha, ambos símbolos de fuerza (el primero) y de poder iluminador (el segundo).

La roca también puede entenderse como un símbolo de fuerza interior y estabilidad, que son cualidades requeridas por la persona al ser iniciada. Estas cualidades necesarias constituirán la base de su renacimiento.  

Según lo que recogemos de los antiguos, y especialmente de Nonnus el gramático, los neófitos de los misterios mitraicos debían someterse a pruebas como pasar a través del fuego y el agua y demostrar su resistencia al frío, al hambre y a la sed. Según algunas otras fuentes, el neófito era involucrado en un asesinato simulado de otra persona, para probar su impasibilidad y resolución.

Es muy posible que dicha calificación esté relacionada con el símbolo de la roca generativa, que es uno de los requisitos de un renacimiento iniciático. En cualquier evento, las cualidades mencionadas anteriormente fueron requeridas en desarrollos posteriores del mito de Mitra, ya que este último tuvo que soportar un fuerte viento que invirtió y azotó su cuerpo desnudo. Entonces Mitra procede a ir directamente a un árbol y se viste con sus hojas y se alimenta de sus frutos. Considerando el significado iniciático del árbol, podemos identificarlo con el árbol que Adán anhelaba tocar para "volverse como uno de nosotros" (un dios); sin embargo, en el libro del Génesis el acceso al árbol le es impedido por el Jehovah del Antiguo Testamento.

Esta interpretación puede estar respaldada por otro episodio en esta saga, concerniente a una confrontación entre Mitra y el Sol, el Eón flamante. Este episodio termina con un pacto entre ellos. Después de esto, Mitra se convierte en el portador del poder soberano del sol. Este poder corresponde al hvareno, o la Gloria, de la antigua tradición mazdea (persa). Esta gloria fue retratada como un fuego sobrenatural que envuelve a las deidades celestiales, un fuego que a veces descendió sobre los reyes para iluminarlos, consagrarlos y otorgarles la victoria. Se creía que el estado ontológico de un rey sobre el cual descendía esta "gloria" lo elevaba por encima de los seres humanos y era considerado inmortal por sus súbditos. Después de que Mitra había sido identificada con el Sol, quien siempre triunfa sobre la oscuridad, se convirte en el protector y la principal deidad del imperio Romano.

La dignidad de Mitra también está relacionada con el siguiente episodio de su saga, a saber, la matanza del toro. Mitra espía al toro y espera. Tan pronto como el toro emerge desde una cueva, salta sobre su espalda y monta a la bestia mientras se aferra sus cuernos. El toro se lanza al galope, arrastrando a Mitra a toda prisa. Mitra no lo suelta y se deja llevar sin permitir que el animal pueda arrojarlo, hasta que el toro regresa de su cueva donde Mitra finalmente lo mata con su espada.

Esta es una representación de la lucha entre la fuerza vital elemental y lo "infernal" y su transformación por quien ha tomado el control y lo hará finalmente para superarla. La sangre que sale del toro se convierte en "espigas de trigo". Cuando tocan el suelo, las gotas producen "vegetación". Sin embargo, es necesario prevenir que los animales impuros (a menudo retratados en las representaciones del mito) beban la sangre. Esto también tiene un esoterismo sentido; si el iniciado, o el héroe, no es "puro", esos elementos de una naturaleza inferior que aún quedan en él se verán fortalecidos por la energía que ha sido desatada. No solo esto abortaría la transfiguración, sino que al final el resultado puede ser desastroso y peligroso (este peligro ha sido destacado también en el hermetismo alquímico, aunque a través de un simbolismo diferente). Según otra versión del mito, la sangre del toro es transformado en vino. Esto puede referirse a algunos de los efectos inducidos por la intoxicación mágica.  

Este episodio en el mito se volvió tan importante que se convirtió en un ritual en las ceremonias de iniciación: un bautismo de sangre. El mitrei, es decir, aquellos lugares en los que se celebraban los misterios se construyeron de tal manera que incluyeran una parte más alta y una más baja y generalmente en forma de pasajes subterráneos. El neófito que pasa las pruebas preliminares era colocado en los pasajes inferiores; mientras estaba parado desnudo, era bañado con la sangre de un toro asesinado por el hierofante, que goteaba desde la parte más alta. Otras experiencias similares también debían haber estado asociadas con tal bautismo de sangre, el equivalente del rito bautismal cristiano.

En cuanto a las experiencias de alguien iniciado en los misterios mitraicos que son interesantes, se debe hacer una anotación del ritual antes mencionado, el llamado apothanatismos. En este ritual uno encontrará elementos mitraicos mezclados con elementos derivado del gnosticismo y de otras tradiciones mágicas. Dieterich, quien fue el primero en publicar una traducción de este sugerente texto (1903) lo llamó "liturgia". Esta caracterización no es precisa, ya que esta no es una ceremonia llena de himnos o cosas por el estilo, sino más bien un ritual lleno de instrucciones, un formulario mágico y de invocaciones, así como con un resumen de las experiencias correspondientes. El ritual parece presuponer una iniciación preliminar, ya que la persona, durante su primera invocación, afirma haber sido purificado por "ceremonias sagradas" y haber sido potenciado por la "poderosa fuerza de todas las fuerzas" y por el "mano derecha incorruptible". Ahora podía aspirar al "nacimiento inmortal", eludir la ley del Destino que rige sobre los mundos inferiores, y contempla a los dioses y el Eón, que es el "Señor de los halos ardientes". El ritual relata cómo estallaron las puertas abierto, revelando Siete Seres, que son vistos por primera vez en su aspecto femenino, y más tarde en su aspecto masculino como "Señores del Polo Celestial". La acción teúrgica lo lleva a uno más allá de los Siete Seres, hasta que, en medio de los rayos destellantes de las deslumbrantes luces, aparece una figura: es el mismo Sol-Mitras, a quien miste debe aprender a mirar. Finalmente, ante una orden, uno debe jurar nunca apartarse de él otra vez, y así transformarse en Él (para asumir su naturaleza), hasta el punto de "morir, habiéndose integrado en la palingénesis, y alcanzar el cumplimiento en esta misma integración".

El ritual incluye varios otros detalles, que no discutirán en este contexto. El lector puede consultar el texto que, como he mencionado, ha sido traducido del griego y comentado. En este contexto solo agregaré que el mitraísmo también sabía sobre el viaje a través de las siete esferas planetarias, esta vez en un orden inverso, porque en los misterios mitraicos el viaje no es uno de descenso en el que el alma queda atrapada progresivamente en las redes de las "esferas de la necesidad" (en otras palabras, sufre condicionamientos sucesivos hasta que alcanza el estado del ser humano), sino más bien de un ascenso que lo lleva a uno más allá de estas esferas, en el proceso de ser "despojado" de elementos materiales, hasta que uno alcanza el Principio Último, o lo Incondicionado.

El número SIETE también se encuentra en los niveles iniciales del mitraísmo institucionalizado. Estos niveles se llamaron, en orden ascendente: Cuervo (Corax); Oculto (Cryphies); Soldado (Miles); León (Leo); Persa (Perses); Enviado del Sol (Heliodromos) y Padre (Pater). Según una interpretación común, preliminarmente se requería la "mortificación" de la naturaleza inferior (esto establece una correspondencia con el simbolismo hermético-alquímico del cuervo, a menudo asociado con la fase llamada nigredo, o el "Trabajo en negro"). Después de este nivel, el miste disfruta de una existencia oculta (segundo nivel). En el tercer nivel, él se convierte en un soldado en la legión de los iniciados mitraicos, que, según el espíritu guerrero de esta tradición, era concebido como una militia. El nivel que sigue representa un fortalecimiento de tal calidad, mientras que el nivel del "Persa" enfatiza la conexión con los orígenes del mitraísmo, a saber, el antiguo culto persa de la luz. En cuanto se alcanza el nivel de miles, según Tertuliano, es cuando una persona es elevada, y se le ofrece una espada y una corona. Luego tomaría la espada, pero rechazaría la corona, diciendo: "Mi corona es Mitra ".

En el nivel del Enviado del Sol (el sexto), el iniciado refleja lo mismo cualidad que el mito atribuyó a Mitra después de su enfrentamiento con Helios. Finalmente, el nivel de Pater corresponde a la dignidad de una persona responsable porque es el iniciador de otros, así como a un líder de una comunidad mitraica (pater sacrorum, pater patrum).

Por lo tanto, parece que, si el mitraismo hubiera prevalecido sobre el cristianismo y preservado con éxito su núcleo central, la consecuencia habría sido la supervivencia, en la historia futura de la civilización occidental, de una Tradición regular de iniciación constituida por dicho núcleo. En cuanto al aspecto externo, a la preocupación por el aspecto religioso, Mitra recibió el título de soter (el Salvador, el que da vida). Es importante considerar el aspecto que había convertido al "Dios invicto" (lnvictus Mithra) en el patrón solar del imperio romano; fue considerado el dador del hvareno mazdeo, que otorgó la victoria, en virtud de una convergencia con la antigua tradición romana de la Fortuna Regia (la traducción al latín de tuke basileos), que se expresó en la forma de esa Victoria que se convirtió en objeto de un culto en el senado romano.

Por lo tanto, parece que el mitraismo formó un sistema cultural, sagrado e iniciático que, en virtud de su propia naturaleza, no pudo evitar ser eliminado durante el proceso involutivo que ha estado afectando al mundo occidental. Esta la involución ha eliminado gradualmente a Occidente de los horizontes de gloria y de potencia luminosa, hasta que, al final, cualquier contacto real con lo supernatural se perdió irreparablemente. Esto fue realmente una pérdida a pesar de la supervivencia de una iniciación que ya no era el punto focal del sistema, sino solo algo subterráneo actual, disfrutando de emergencias esporádicas independientemente del triunfo del cristianismo.

Notas:

1. He hecho un uso riguroso de Los misterios de Mitra y los bajo relieves relativos a los misterior mitraicos de F. Cumont, para indagar en los mistos que se refieren a Mitra. En cuanto al ritual de Mitra he consultado a Mithraic Liturgy (Leipzig, 1903) de A. Dieterich y Mithraic Ritual (London: TPS 1907 & Holmes Publishing Group, 1994.) de G.R.S. Mead's.
2. J. Evola, L'arco e Ia clava ("II mito di Orienre e Occidente").
3. En Oriente, esta fuerza vital se conoce con el nombre de tana (budismo); samsara (hinduismo); mayashakri (tantra). En Occidente se le conoce como Jaldabaot, tomando el nombre del principio "lunar" o "serpentino", la "Venus terrenal", el "Alma astral" o la "Luz sideral".
4. Una expresión simbólica que designa a aquellos seres que todavía están bajo el "agua" y que están dominados por ella.
5. Todo esto corresponde a la fase de preparación, que, en general, se deja a la iniciativa de la persona a iniciar.
6. Esta es la fase que en la Alquimia se llama putrefacción, calcinación y mortificación. En esta fase la "roca" se disuelve.
7. Se ha observado correctamente que la iniciación no es otra cosa que la suposición activa de ese proceso que produce la muerte de la gente común. La iniciación es el poder de inducir la muerte, de atravesarla, para reafirmarse más allá de ella. Apuleyo dijo que "la iniciación solía celebrarse como una muerte voluntaria" (Metamorfosis, II, 21).
8. Cabe señalar que, en varias tradiciones iniciáticas, el poder, en el sentido estricto de la palabra (shakti en el hinduismo), se concibe como una pasividad instrumental, es decir, como el elemento negativo y femenino. En relación con este último, el elemento positivo y el masculino actúan como un "motor inmóvil", o como uno que ordena sin emitir órdenes, en virtud de una iniciativa inmaterial y de determinación espiritual.
9. Sobre el desarrollo del mito de la caída en relación con Dionisos, ver J. Evola, L'uomo e il divenire del mondo (Roma, 1926).
10. He discutido este tema en mis libros: Maschera e volto dello spiritualismo contemporaneo (al comienzo del capítulo: "II neo-misricismo"); en La doctrina del despertar (el capítulo llamado: "Determinación de las vocaciones", al negar cualquier relación entre el panteísmo y la doctrina de Buda); y finalmente en L'arco e Ia clava (en el capítulo "II mito di Oriente e Occideme"). Con respecto al logro del estado supremo e incondicionado en la doctrina vedántica, ver R. Guenon, El hombre y su devenir según la doctrina del Vedanta.
11. La cueva en la que el "toro" busca refugio al final de su carrera, corresponde a la "cueva de mercurio" alquímica, que a menudo se asocia con el centro sutil del cuerpo ubicado en la base de la columna vertebral, que los hindúes llaman muladhara; los hindúes lo relacionan con la ttatva de la tierra.
12. Emperador Juliano, To the Cynic Heracleios, 217C
13. Julius EvolaIl mistero del Graal, Bari, Laterza, 1937a.

Comentarios

  1. No sé mucho de Evola, pero siempre me han comentado que es un tanto Anti cristiano. Me sería de gran ayuda si me pueden aclarar este punto y como logran el consenso con un concepto tan vinculado al cristianismo como es la hispanidad.

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