La geopolítica del caos colombiana

Por Juan Gabriel Caro Rivera
En los últimos cincuenta años, la historia de Colombia
se ha caracterizado por una progresiva desintegración de los principios
espirituales de nuestro pueblo, provocado principalmente por la apostasía
sistemática de la clase dirigente colombiana de cualquier reminiscencia del
catolicismo integral (es decir, la defensa dogmática de la fe y de sus
instituciones y no del uso de la religión con fines políticos o usarla como
barniz para ocultar la hipocresía personal); el ataque constante a nuestras
tradiciones nacionales arraigadas en el Barroco y el hispanismo (defensa de la
cultura española, criolla y autóctona, representada por los grupos étnicos
indo-hispánicos fundidos exitosamente en un imperio por los conquistadores
españoles); el abandono de los principios de subsidiariedad y de las
tradiciones corporativistas heredadas de los pueblos indígenas y del
catolicismo en favor del capitalismo de libre mercado y, finalmente, la entrega
de nuestra soberanía nacional a grandes organismos internacionales que terminarán
por sepultar los viejos restos del derecho positivo constitucional para crear
un gran “super-derecho” positivo internacional ya en formación (derechos
progresivos, instituciones internacionales, defensa de los derechos humanos, la
ONU convertida en el primer paso para un gobierno mundial). Este profundo
desorden en nuestros principios espirituales ha causado un profundo desorden
material en nuestra nación golpeada por toda clase de terrorismo, incapacidad
para industrializarse y modernizarse en algún campo económico especifico,
seguido por guerras intestinas, corrupción, debilidad, ineficacia gubernamental
e ineptitud estatal. Colombia, por lo tanto, ha renunciado a ser parte de la christianistas minor, es decir, de los
pueblos bautizados e incorporados a la Iglesia latina por España, para
simplemente disolverse en la Modernidad occidental.
Bajo estos presupuestos, es difícil considerar a Colombia
como un país normal y estable en ninguna de las posibles definiciones de estas
palabras, pues desde hace cincuenta años, enfrentamos episodios graves de
violencia que comenzaron con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán (líder
socialista y nacionalista cercano a la Tercera Posición) que desembocaron en El Bogotazo, la creación de guerrillas
armadas y el Estado de sitio permanente de las instituciones colombianas frente
a grupos insurgentes de corte marxista-leninista (FARC), maoísta (EPL) y
cercanos a la teología de la liberación (ELN). Estas guerrillas, nacidas de los
desórdenes producidos por el estallido social provocado por el asesinato del
caudillo político más seguido del Partido Liberal Colombiano, terminó por
consolidar una situación de constante zozobra nacional en la cual diferentes
intentos de operaciones militares y procesos de paz han intentado cubrir o
reconciliar.
Lo cierto es que en Colombia existe una situación de
violencia que, en ciertos momentos ha estallado con más fuerza que en otros. A
principios de 1990 hasta el 2003 los paros armados, bombardeos de torres
eléctricas, los ataques a cuarteles del ejército, los asesinatos y los secuestros
de la población civil eran noticias muy comunes en Colombia. Las guerrillas
comunistas colombianas, impulsadas por el floreciente mercado del narcotráfico,
que pasaron de ser monopolio de los Carteles y el crimen organizado a estar
protegidos por las diferentes guerrillas, dieron un gran impulso a su ofensiva
por intentar tomarse el poder. Fue así como las FARC, la guerrilla más antigua
del continente, comenzó una ofensiva que planeaba tomar la ciudad de Bogotá,
capital del país, a través de la intensificación de su guerra contra el
gobierno colombiano.
Pero debido al Plan Colombia, firmado por la
administración Clinton y puesto en práctica por la administración Bush, se
produjo un poderoso fortalecimiento del ejército (Colombia posee el ejército
más grande de la región en proporción al número de habitantes), seguido de una
serie de medidas políticas (apertura del espectro político colombiano, creación
de múltiples partidos políticos, transición hacia una democracia de minorías y
mundialista) y económicas (tratados de libre comercio, apertura a la inversión
extranjera, revocación de cualquier política económica proteccionista,
desindustrialización acelerada) que tenían como objetivo homologar al país con
el resto de entidades estatales globales después de la caída del Muro de Berlín
y el fin de la Guerra Fría, siguiendo de este modo una lógica neoliberal en la
estela del “Nuevo Orden Mundial” proclamado por los Estados Unidos. Debido a
esto, durante la administración de Álvaro Uribe y luego durante la
administración de Juan Manuel Santos (ambos pertenecientes a la derecha y la
izquierda mundialista respectivamente), se aseguraron los lazos de Colombia con
el mundialismo de Estados Unidos (convirtiendo a este país en su principal
aliado en la región) y de este modo ha sido paulatinamente integrada en las diversas
plataformas mundialistas como la OCDE, la OTAN, la OMC, etc… Después del
arrinconamiento militar de las guerrillas comunistas por parte de la
administración de Álvaro Uribe, y el proceso de paz llevado a cabo por Juan
Manuel Santos (procesos que duraron desde el año 2001-2018), la situación del
conflicto interno se ha tranquilizado, pero nunca ha desaparecido, pues existen
múltiples grupos y estructuras armadas que causan una geopolítica del caos en
el país (grupos narcotraficantes, guerrillas armadas, paramilitares, etc.) que
mantienen un estado de permanente conmoción en la nación.
Uno de los últimos intentos de llevar a cabo una
despolarización de la situación política de Colombia, fue el intento al final
del gobierno de Juan Manuel Santos de iniciar conversaciones de paz con el
grupo armado del ELN, con la intención de lograr un acuerdo paralelo al de las
FARC y conseguir la desmovilización de la segunda guerrilla más importante del
país. Sin embargo, estas negociaciones llegaron a un abrupto final debido a
diferentes razones internas (triunfo de un candidato mundialista en la
presidencia como Iván Duque) y externas (aumento de la presión internacional
sobre Venezuela por parte de Estados Unidos).
Ahora bien, podemos decir, que la situación en el
norte de Sudamérica no pinta nada bien, pues la continua inestabilidad del
gobierno venezolano (cada vez más insoportable desde un punto de vista
internacional), sumado a la migración masiva y al aumento de las tensiones en
la región, predisponen a Colombia a convertirse en un punto principal donde
convergerán los grandes intereses mundialistas y sus enemigos para resolver sus
disputas, de un modo parecido a lo que acontece en Siria y el Medio Oriente.
Entre los diferentes factores que pueden afectar negativamente la seguridad de
Colombia podemos contar los siguientes problemas:
1) Colombia es geoestratégicamente hablando muy
importante, pues es el único país de Sudamérica que posee fronteras marítimas
con el Atlántico y el Pacifico, siendo la llave de entrada, además, a todo el
continente. Esta posición central lo convierte en un territorio que articula
las grandes regiones del Mar Caribe (el Mediterráneo americano), la Cordillera
de los Andes y la región amazónica, compartiendo una frontera común con estas
tres regiones y convirtiéndose en un paso obligado para poder llegar a alguno
de estos sitios. En este sentido, Colombia se convierte, desde el punto de
vista de la geopolítica, en el pivote geográfico de la historia que reúne en su
interior todas las características geográficas y políticas importantes. A pesar
de todos estos principios geopolíticos, tanto la derecha como la izquierda
colombiana han sido incapaces de crear una geopolítica coherente alrededor de
las fronteras nacionales y la importancia del territorio colombiano en los posibles
conflictos que se desarrollarán en el futuro. Esta carencia de una geopolítica
propia se revela en la incapacidad de los lideres colombianos de velar por los
intereses continentales y la seguridad nacional en pro de potencias extranjeras
y sus luchas por el poder a nivel mundial. En su lugar, han reemplazado la creación
de una geopolítica propia, hispanoamericana, imperial y continental con una
geopolítica de corte talasocrático que vela por los intereses del libre mercado
y la imposición de una agenda globalista en todos los niveles culturales, sin
contar con la desarticulación de cualquier unión o federación propia dirigida a
contrarrestar el peso de los Estados Unidos en Sudamérica y la adaptación de
Colombia para convertirse en una plataforma para un posible conflicto mundial.
Todos estos elementos han terminado por marcar la realidad geopolítica del país
que se ha convertido en un objeto en manos de los intereses foráneos y
extranjeros. La reciente inclusión de Colombia dentro de la OTAN, sumado a la integración
económica, política y militar del país en la geopolítica atlantista no pueden
sino hacer de este país una prolongación, en todos los niveles, de la hegemonía
Occidental. En pocas palabras, Colombia se ha convertid en un objeto de la
globalización, pero no en un sujeto con derecho autónomo en la misma.
2) Además de su importancia geográfica, podemos
agregar que Colombia posee una extensión considerable del norte de la Amazonía,
territorio que es ampliamente codiciado por las fuerzas mundialistas que
esperan balcanizar la región y convertir el Amazonas en un territorio
internacional, administrado por la ONU. Plan que ya ha sido enunciado varias
veces, empezando por las ideas del expresidente de la extinta URSS Gorbachov
por convertir la Amazonia en un territorio ecológico internacional o por las declaraciones
expresadas por altos funcionarios de la Unión Europea por hacerse con las
grandes reservas hídricas de la amazonia brasileña para asegurar el futuro del
Primer Mundo. Ya Colombia ha firmado varios pactos para poner este territorio
en manos de organismos internacionales que, con la ayuda del Vaticano, esperan
crear una nueva iglesia amazónica, panteísta y feminista, mientras las grandes
potencias mundialistas como Estados Unidos y la Unión Europea esperan para
abalanzarse sobre los grandes recursos de la zona. La creación de un Estado independiente,
conformado por la suma total de toda la región amazónica, balcanizaría todas
las fronteras nacionales y simplemente prolongaría el proceso de desintegración
territorial que han sufrido la mayoría de los Estados del continente debido a
la Independencia. Además, la Amazonía se está convirtiendo en el centro de la creación
de una nueva espiritualidad adaptada a las exigencias de la globalización, que
pretende reemplazar el cristianismo por una teosofía feminista que promueva los
cultos paganos matriarcales. Además, las operaciones militares pan-amazónicas
llevadas a cabo por el gobierno de Estados Unidos a finales del 2018, con la
intención de cercar a Venezuela, pueden tener también como motivo la
preparación de una gran guerra regional más general que puede involucrar a los
territorios de Colombia, Ecuador, Perú, Surinam, Brasil, Venezuela, Bolivia,
Guyana y Guyana Francesa. Esta posible guerra regional general parece estarse
gestando en las sombras con el total desconocimiento o ignorancia de las
autoridades nacionales de las naciones afectadas. Descontando los territorios
de ultramar, dominados todavía por potencias extranjeras (Surinam, Guyana y
Guyana Francesa), no existe entre las autoridades nacionales de los países
afectados ningún programa de integración de las fuerzas militares regionales
haciendo frente a una posible invasión extranjera. En cambio, es ostensible la
colaboración de los gobiernos nacionales con potencias extra-regionales que
están expandiendo sus intereses en la zona.
3) Otro de los factores de desestabilización para
Colombia se encuentra en su línea fronteriza con Venezuela, que es el principal
oponente ideológico de Estados Unidos en la región, además, la evolución social
y política de Colombia es completamente opuesta a la de Venezuela. La élite de
Colombia abrazó el capitalismo, el individualismo, el cosmopolitismo y la
sociedad mecánica occidental globalista en todas sus formas, mientras que
Venezuela está intentando crear un proyecto alternativa al Nuevo Orden Mundial,
desde una plataforma socialista, nacionalista y multipolar (que posee en su
seno múltiples contradicciones y ha sido
la causa de una guerra civil en su interior entre una parte de la izquierda
nacionalista y el social-globalismo mundialista conectado a Cuba, la Unión
Europea y los Estados Unidos). Estas profundas diferencias en los modelos de
ambos países son la causa que prepara una futura confrontación militar entre
ambos, ya que tienen aliados enfrentados en otras partes, especialmente Oriente
Medio. Colombia es aliada de Estados Unidos, mientras que Venezuela es cercana
a Irán, China y Rusia. Siendo territorios que antes conformaban una única
entidad política (primero como el Virreinato de la Nueva Granada y
posteriormente como la Gran Colombia), el principio de unidad geopolítica se ha
mantenido, sino en la práctica, al menos
sí en sus circunstancias objetivas, lo que ha producido que ambas naciones, a
pesar de contar con una rica historia común, estén adoptando modelos
ideológicos diferentes que recuerdan al desgarramiento ideológico producido en
muchas partes del mundo debido a la confrontación planetaria entre el
liberalismo y el comunismo (Alemania, Yemen, Corea, Vietnam, etc.). Pareciera que un escenario parecido se está
preparando entre bastidores y ya ha habido roces. El gobierno revolucionario de
Venezuela se ha caracterizado por grandes compras de armamento y la
modernización de su infantería mecanizada, fuerza aérea y sistemas de defensa,
sin hablar de la creación de un ejército popular y milicias armadas que se
preparan diariamente para una posible invasión norteamericana. Por otro lado,
el territorio colombiano alberga siete bases militares de Estados Unidos,
muchas de las cuales están cerca de la frontera venezolana. Las fuerzas armadas
colombianas no están preparadas para una guerra convencional contra otro país,
pues se especializan sobre todo en la lucha contra fuerzas irregulares
guerrilleras, pero esto podría cambiar pronto. Además, son comunes los choques
entre el ejército venezolano y las fuerzas armadas colombianas en la frontera
de la región del Orinoco, rica en petróleo y recursos minerales.
4) Complicando aún más el panorama, las guerrillas
comunistas en Colombia son aliadas de facto del gobierno venezolano, pues tanto
las FARC como el ELN tienen nexos con el gobierno cubano y con Venezuela,
especialmente el ELN que al parecer colaboró con Chávez en su primer intento de
golpe de Estado en 1992. Una vez Chávez llegó al poder, se hizo aliado
oficialmente del ELN y las FARC. Por lo que la reactivación de las guerrillas
de las FARC y el ELN es un modo en que Venezuela realiza una guerra de cuarta
generación contra Colombia, temiendo una posible intervención de Estados
Unidos. Las FARC, que oficialmente se habían desmovilizado como actor armado en
el 2018, ha sufrido varias divisiones y existen disidencias de la guerrilla que
jamás participaron en el proceso de paz o algunas facciones de la misma que se
han puesto nuevamente de pie contra el gobierno colombiano, al que acusan de no
cumplir con los acuerdos firmados. El ELN también ha suspendido oficialmente
cualquier proceso de paz con el Estado colombiano y ha vuelto a proclamar paros
armados en las rutas del país. Esta constante situación de desorden público,
sumado a la existencia de grupos no-estatales como bandas criminales,
autodefensas y narcotráfico, fragmentan por completo el control del territorio
del Estado colombiano tanto en el campo como en las ciudades mismas,
convirtiendo al país en un lugar caótico. Otra característica de las guerrillas
colombianas es que, a pesar de su anti-imperialismo, han adoptado una línea
cada vez más cercana a la Nueva Izquierda, defendiendo el homosexualismo, el
feminismo, la ideología de género y el anarquismo comunalista kurdo,
produciéndose incluso intercambios de combatientes e ideas entre las FARC y el
PKK. Esto, ha llevado a ambos grupos a
adoptar un nuevo modelo revolucionario para la construcción del socialismo
basado no en la dictadura comunista sino en el municipalismo anarquista y feminista
de Murray Bookchin.
5) Finalmente, la situación social y económica de
Colombia se vuelve cada vez más insostenible, pues el modelo extractivista
(basado en la minería) está haciéndose cada vez más precario debido a las
limitaciones de su propio modelo de desarrollo. Por supuesto, Colombia ha
ampliado el mercado de sus clientes con el ascenso de países como China e India
que en su fase de ascenso industrial requieren cada vez más materia prima, sin
embargo, esto también ha destruido el carácter de la colonización colombiana y
de su desarrollo económico. A pesar del desmedido crecimiento de las ciudades y
la minería extractiva, Colombia sigue siendo una nación agrícola y ganadera, a
diferencia de Venezuela, donde sí se ha producido una destrucción total de la agricultura
debido al predominio de la economía petrolera. No obstante, la adopción por
parte de la elite colombiana del capitalismo neoliberal ha destruido en los
últimos tiempos los resquicios del mercado nacional, basada sobre las ideas del
proteccionismo económico durante los penosos intentos del país para
industrializarse durante los años de 1920-1930. Estas medidas proteccionistas
de la precaria industria nacional desaparecieron con la apertura económica de
1990 y sobre todo a partir del año 2000 cuando se firmaron tratados de libre
comercio con Estados Unidos, los cuales tuvieron como efecto inmediato la
supresión de la poca industria pesado del país y aceleraron la destrucción de
la agricultura nacional, lo cual amenaza nuestra soberanía alimenticia. El
abandono de cualquier clase de reclamo de la justicia social por parte de las
fuerzas políticas colombianas, que adoptaron gustosamente la ingeniería social
globalista (ideología de género, liberalismo cultural, aborto, eutanasia, etc.)
ha dejado un vacío terrible que precariza la existencia de las capas bajas y
pobres abandonadas a su suerte. La situación de la salud, las pensiones, la educación,
la estratificación social y demás está convirtiendo al país en una bomba de tiempo
social a punto de estallar y a la cual no se aplica ninguna clase de paliativo.
Como se puede ver, la situación de Colombia es
bastante precaria en todos los niveles, y en la medida en que esto continúe se
puede decir que vienen grandes catástrofes de índole internacional, político y
económico. La necesidad de encontrar una alternativa a esta violenta tormenta
que amenaza con convertir a Colombia en un Estado fallido, desgarrado por todos
lados y destruido espiritual y materialmente, se hace imperiosa. De allí la
necesidad de una nueva propuesta metapolítica que tenga como fundamento el
rescate de los principios de justicia social y reconstrucción de los principios
espirituales nacionales. Esta metapolítica será el punto de partida de una nueva
lucha continental que tendrá como fundamento la superación de los grandes retos
que se perfilan en el horizonte mundial. Ese torbellino que amenaza con
engullirnos y que deberá ser conquistado por aquellos guerreros que demuestren
su valor frente a la adversidad.
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