NO HAY ENEMIGOS A LA DERECHA (“La Patria”, diciembre 10 de 1936)





Desde el 23 de noviembre el doctor Aquilino Villegas nos dirigió una carta privada, que hoy hacemos pública, solicitándonos que expulsemos de las columnas de “La Patria” a los jóvenes derechistas y que en caso de no hacerlo se abstendría de colaborar en adelante en este diario. No nos fue posible complacerlo, con infinito sentimiento de nuestra parte, no sólo en nuestra calidad de hombres de partido, sino un fin principalmente en nuestra condición de periodistas.

En el partido conservador de Colombia, como en todos los partidos del mundo, existen hoy dos corrientes políticas, que no sólo no se excluyen sino que se complementan: hay una tendencia democrática, que desea actuar civilmente y otra que ya no cree en los métodos democráticos. En la primera figuran algunos de los antiguos conductores del partido; en la última sus nuevas brigadas de choque. Nosotros que doctrinariamente estamos matriculados en el conservatismo republicano y civilista, hemos venido perdiendo todos los días más nuestra fe en la posibilidad de actuar democráticamente en el actual momento histórico del país. La política es el arte do incorporar en la vida de un pueblo la cantidad de ideal que en cada minuto de su historia esta en capacidad de resistir. No es posible cerrar los ojos a la realidad. La misión del tejedor no es producir lana, sino servirse de ella.

El doctor Laureano Gómez escribió, recién llegado al país, un libro tremendo contra las dictaduras de izquierda y de derecha: “CUADRILATERO”. Sin embargo, los sucesos políticos de los últimos años lo han llevado a aceptar la táctica insurreccional como la única que opera contra el régimen existente. A raíz de la destrucción de “La Patria” le manifestamos nosotros al señor Lloras Camargo, más o menos lo siguiente:

El descalabro que vienen sufriendo los métodos republicanos de acción política es particularmente grave para el liberalismo, para el gobierno y para la nación. A un partido no se le puede oprimir de manera indefinida. Casi el típico partido conservador que existe hoy en el mundo de estructura civil, vigorosamente democrática, es el de Colombia. Los partidos conservadores de Europa se llaman nacionalismo socialista en Alemania; fascismo en Italia; integralismo en Portugal. Pero estos fenómenos no han sido artificialmente provocados. Donde quiera que fracasa la acción civil empieza la acción militar. Hasta ahora los conductores del conservatismo han podido dominar las tentativas derechistas que empiezan a despertar en sus masas y en su juventud. Lo que no podemos garantizar es que esto siga así. Un partido lanzado a la desesperación, a cuyos adherentes se les niegan los derechos elementales del hombre y del ciudadano, se entrega fácilmente en manos de los más violentos. La sistemática denegación de justicia de parte de las autoridades le va a crear a Colombia el problema derechista. Nosotros no podemos aspirar a llevar nuevamente a un electorado inerme a las urnas para que reciba las mortales garantías del gobierno.

El señor Lleras Camargo pensó que se trataba de opiniones literarias. Un año después el problema está creado. La juventud conservadora de la universidad es íntegramente, en sus unidades más egregias, derechista. El pueblo conservador lapidado y masacrado en las plazas públicas no cree ya sino en los itinerarios de la violencia.
Por otra parte, y esto es lo fundamental, los movimientos fascistas no han prosperado sino donde existe la amenaza soviética. Mosley está fracasado en Inglaterra. El fascismo es históricamente posterior al comunismo. Contra la violencia terrorista de los partidos internacionales no puede combatir eficazmente sino la contra-revolución del orden. Nosotros preferimos como el doctor Villegas vivir en Estados Unidos, en Suiza o en Holanda a tener que soportar la dictadura de Hitler o Mussolini. Pero uno no escoge la época ni el país donde le va a tocar actuar. Es muy fácil criticar desde Manizales el régimen fascista de Italia, con sus métodos políticos innegablemente opresores. Pero el problema no puede plantearse así. Hay que pensar en la situación de Italia en 1.921 en vísperas de la marcha hacia Roma. Las huelgas generales se sucedían sin interrupción. Había tiroteos en las calles de todas las grandes ciudades. La anarquía había llegado a la saturación, el ejército era atacado en sus propios cuarteles. Los oficiales eran víctimas de agresiones en pleno día. Los ministros sucesivos abdicaban ante la revolución inminente, fomentada por el dinero de Moscú. Ancona, Liborino, Milán, Bolonia, veían desarrollarse sangrientos trastornos en los cuales los muertos se contaban por decenas y los heridos por centenares. La anarquía engendró al César. De la derecha a la izquierda todo el mundo se persuadió de que cualquier solución parlamentaria estaría destinada al fracaso. ¿Cómo hubiera actuado el doctor Aquilino Villegas ante el panorama descrito? ¿Los métodos democráticos hubieran sido posibles para contener el caos?

En Alemania sucedió exactamente lo mismo. La situación era más grave todavía que en Italia porque la social-democracia amenazaba convertir a los herederos de Wotan en esclavos rojos del Kremlin; a la Alemania de Goethe y de Hégel en una colonia rusa. Hitler no solamente salvó a Alemania, sino toda la civilización occidental. El fascismo y el nacional-socialismo constituyen hoy los contrafuertes de la cultura europea contra la barbarie asiática. El doctor Villegas dice que una dictadura blanca es tan dictadura como la roja. Deploramos no compartir sus opiniones. No hay qué confundir a los incendiarios con el cuerpo de bomberos, ni la gangrena con la cirugía.

España es otro ejemplo que no podemos olvidar. Eos partidos de derecha trataron de actuar allí civilmente; fueron a las elecciones, concurrieron al parlamento. Pero el comunismo continuó haciendo medrosos avances. Donde fracasaron Maura, Gil Robles, Cambó, empieza a triunfar el general Franco, cuyo primer acto ai tomar posesión del gobierno en Burgos fue proclamar el estado corporativo, y provisionalmente, la dictadura militar. Todos los elementos civiles de la derecha se sometieron al jefe de los legionarios de Marruecos, convencidos de que ya nada había que hacer. Y es el propio doctor Villegas, quien saluda en los rebeldes a los restauradores de la Hispanidad. Escuchemos sus palabras textuales:

“La gran mayoría de los pueblos es suave, inofensiva y buena; entregada a la tarea cotidiana de trabajar para vivir no quiere líos ni pendencias, y se entrega al más fuerte, o mejor al más atrevido. España estaba en esas condiciones hace tres meses. Y a esto se agregaba la profunda y criminal debilidad de los conductores de lo que llaman revolución, los Azañas, los Prietos, los Alvarez del Vayo, los Martínez Barrios, por citar cuatro nombres, retóricos criminales porque su vanidad personal prefiero el caos de su patria al triunfo de sus adversarios políticos hacia la derecha. Y llegada la hora, Azaña y sus conmilitones, por vanidad y por carencia moral, cometieron la infamia de entregar las armas a la canalla, con el nombre de milicias. A la canalla; porque seguramente en la competencia el obrero honesto será dominado por el maleante tarado y sin escrúpulos. Esta es la condición humana. Y hoy balancea los asesinatos la pobre Madre Patria con una cifra de CIEN MIL MUERTOS, fuera de los campos de batalla, y una montaña de horror y de dolor se levanta sobre cada uno de esos cien mil hogares. Todo esto por la vanidad de cuatro retóricos que abusaron inconscientemente, como quien riega una droga inofensiva de la terrible palabra: REVOLUCION. Ya tiene el señor Azaña su revolución en su casa. Que escape la vida, si puede; y Dios quiera que, si tiene hermanas, o esposa e hijas, que logre escapar el honor de aquellas damas. Algo supieron de ellos las desdichadas hermanas del vicecónsul del Uruguay, fusiladas hace cuatro días por los salvadores del pueblo. Pero en España había empollado una “Defensa”: el ejército. Allí existían hombres educados en el orden, en el honor, en la disciplina, en el sentido hondo de la bandera y de la patria, y estalló la defensa; y lo que no supo darle el pueblo conducido por su ejército.

“Y volvamos los ojos hacia nuestra patria. Ella dará de sí antitoxinas, DEFENSAS contra la fiebre pútrida cuando se presente bajo la forma de una minoría violenta sin escrúpulos”.

Las antitoxinas que espera el doctor Villegas existen en Colombia y llevan el nombre de derechas. El derechismo constituye la fagocitosis de la sociedad. A medida que medran el ala izquierda del liberalismo y las fuerzas comunistas, está bien que prospere el ala derecha de nuestro partido, para que en la hora definitiva la sociedad no esté desguarnecida.

Mejor sería que nada de esto existiera, pero el error es no crear diques cuando la inundación se adivina en el horizonte.

Ningún partido político puede rechazar en abstracto la dictadura. Lo peligroso para una nación es caer en manos de la demagogia, porque entonces la dictadura se hace necesaria, con el beneplácito de republicanos y demócratas. Todos los regímenes de libertad han establecido un período de dictadura legal para hacer frente a ciertas crisis patológicas agudas que podrían poner en peligro la misma libertad y las instituciones sobre las cuales, normalmente se fundamenta. Roma nos ofrece admirables ejemplos de esta terapéutica política. Cuando los galos invaden a Roma y amenazan el capitolio, el senado se reconoce incapaz para encarrilar la situación y nombra a Camilo dictador, que salva y liberta a Roma Ante la conspiración de Catilina, Marco Tulio es investido de poderes supremos. El Maquiavelo republicano de los primeros tiempos, en su “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”, habla extensamente de la dictadura legal de la república romana, en términos de una actualidad todavía sorprendente:

“Han censurado algunos escritores a los romanos que idearon y crearon la dictadura por estimarla cosa ocasionada, andando el tiempo, a la tiranía en Roma, a- legando que el primer tirano que en ella hubo ejerció su poder con título de dictador, y diciendo que, de no existir la dictadura, con ningún título público hubiera excusado César su tiranía.

“No meditaron bien esta opinión los que la expusieron, ni los que después ligeramente la han creído, porque ni el nombre ni el cargo, de dictador, hizo sierva a Roma, sino la autoridad de que se apoderaron algunos para perpetuarse en el poder. De no ser conocido allí el nombro de dictador, hubieran tomado cualquier otro, porque la fuerza, fácilmente adquiere denominación, pero ésta no en la fuerza; y es notorio que el dictador, cuando llegó a serlo por legal nombramiento y no por autoridad propia, siempre hizo bien a Roma. Perjudican a las repúblicas las magistraturas creadas y la autoridad concedida por procedimientos extraordinarios; pero no si lo han sido conforme a las leyes.

“La república en que falta una institución de esta clase se ve obligada a perecer por conservar sus procedimientos constitucionales o a salvarse quebrantándolos, y en un estado bien regido no debe ocurrir cosa que haga indispensable acudir a remedios extraordinarios porque aun cuando éstos produjeran buen resultado, el ejemplo será peligroso. La costumbre de quebrantar la constitución para hacer el bien conduciría a quebrantarla con tal pretexto, para, en realidad, hacer mal. Jamás será pues, perfecta la organización de una república si sus leyes no proveen a todo, fijando el remedio para cualquier peligro y el modo de aplicarlo. Termino diciendo que las repúblicas que no tienen el recurso de la dictadura o de otra idéntica institución, siempre las arruinará cualquier grave accidente”.

El señor Caro, que era un clásico, formado en Tácito, en Salustio, en Tito Livio, en Maquiavelo, estableció en la constitución de 1.886, que es propiamente el programa del partido conservador, dos formas de dictadura legal: las facultades extraordinarias y la turbación del orden público. Una de ellas está contenida en el artículo ciento veintiuno de la constitución, que a la letra dice, en su texto original:

“En los casos de guerra exterior, o de conmoción interior, podrá el presidente, previa audiencia del consejo de estado y con la firma de todos los ministros, declarar turbado el orden público y en estado de sitio toda la república o parte de ella.

“Mediante tal declaración quedará el presidente investido de las facultades que le confieran las leyes, y, en su defecto, de las que le da el derecho de gentes para defender los derechos de la nación o reprimir el alzamiento. Las medidas extraordinarias o decretos de carácter provisional legislativo que, dentro de dichos límites, dicte el presidente, serán obligatorios siempre que lleven la firma de todos los ministros.

“El gobierno declarará restablecido el orden público luego que haya cesado la perturbación o el peligro exterior; pasará al congreso una exposición motivada de sus providencias. Serán responsables cualesquiera autoridades por los abusos que hubieren cometido en el ejercicio de sus facultades extraordinarias”.

El partido liberal no se ha atrevido ni se atreverá a derogar estos artículos, que garantizan la defensa nacional frente a todos los peligros.

Se trata, por otra parte, de una cuestión teórica. Los derechistas de Colombia no son ni mussolinianos, ni hitleristas, entre otros motivos porque en Colombia no existen ni Mussolini ni Hitler. Su programa, todavía confuso, se inspira en el pensamiento político del Libertador y en la doctrina social de la Iglesia. La juventud de la derecha no es ni “musgo, ni cardo, ni muérdago, ni parásita”, como lo declara el doctor Aquilino Villegas, sino la savia renovadora de nuestro partido y un claro orgullo intelectual de nuestra causa. Nosotros que empezamos nuestra carrera política excomulgados por el señor Suárez del partido conservador, porque no compartíamos todas sus ilusiones, no obraríamos lógicamente escribiendo anatemas contra los que vienen. No tenemos ni autoridad, ni temperamento para realizarlo. Carlos Echeverri Herrera, es un espíritu reflexivo, estudioso, de la mejor alcurnia intelectual y moral. En estas mismas columnas ha proclamado su fidelidad a las directivas conservadoras. Joaquín Estrada Monsalve se limitó en “La Patria”, a publicar un ensayo imparcial, documentado, objetivo, sobre el fascismo. En ninguna parte se declaró fascista. Al contrario, le hizo muy penetrantes críticas al estado mussoliniano. Estrada Monsalve es una de las figuras literarias y políticas más seductoras en la juventud del país.

Si el partido conservador expulsa de su seno a la juventud universitaria que se ha matriculado en las derechas, habrá escrito su sentencia de muerte. Allí están todas nuestras reservas del mañana, los que recogerán la antorcha cuando vacile en nuestras manos o nos la arrebate la muerte. Siempre hemos leído con una profunda emoción estas palabras, casi las últimas, de nuestro Jacques Bainville:

“Un gobierno o un régimen que no se interesa en conquistar las simpatías de la juventud y especialmente de la juventud intelectual, está perdido. Si no tiene éxito en atraerse ese sector, quiere decir que se debilita periódicamente.

“Eso se decía del segundo imperio, a quien el sufragio universal le dio el “sí”, mientras el Barrio latino le decía “no”.

“La imbecilidad suprema consiste en colocarse en conflicto con la juventud, porque contra ella ni la fuerza ni la violencia producen resultado.

“La juventud no teme a la lucha, al contrario la busca, la persigue. Y, además, posee el culto de las ideas. ¿Qué puede hacerse cuando no puede halagársela?

“Estamos en la época del heroísmo y no en la de los placeres. Henri Massis cuenta que él le citó a Mussolini esta frase de un poeta, que el “Duce escuchó con marcada complacencia. En efecto: fue a los acordes de “Giovenneza” que él sublevó a Italia.

“Que sea usted gobierno o no, escritor o simple fabricante de jabones, procure escoger su clientela no entre los viejos gotosos, que pronto mueren, sino entre las generaciones del mañana”.

El único servicio que le hemos prestado nosotros al partido conservador y del cual nos sentimos plenamente orgullosos, es haber contribuido a la formación de sus nuevas juventudes, abriéndoles ampliamente las puertas de los periódicos que hemos dirigido en diversas épocas, y estimulándolos, sin ningún género de egoísmo. De ese pasado no renegaremos nunca. La presente generación de derechas nos inspira un profundo respeto porque no llegó a nuestro campamento en la hora de la victoria, cuando teníamos dádivas y honores para repartir, sino en la hora del vencimiento, cuando soplaba el viento trágico de la derrota. Su posición moral es invulnerable.

Nuestra bandera como periodistas conservadores y como políticos, es ésta: NO HAY ENEMIGOS A LA DERECHA. Hoy constituimos por encima de todo, un cartel de oposición. Con nuestro voto o con nuestro concurso no se podrá contar nunca para romper el frente contrarevolucionario del país. Cuando Jesús iba a ser entregado a los judíos, entre una gran multitud de gentes armadas con lanzas y con palos, Pedro no pudo contenerse y desenvainando la espada hirió a un criado del príncipe de los sacerdotes, cortándole una oreja. Entonces Jesús le dijo:

“¿No ves Pedro cómo estamos, y tú cortando orejas?”

Más o menos esta fue la exposición que hicimos en el seno de la convención conservadora alcanzando la a- probación unánime de todos los delegados. El nuevo directorio fue elegido con este criterio. Allí están Francisco José Ocampo que sigue con generoso afán la nueva política conservadora; Gilberto Alzate Avendaño el primer capitán de las derechas jóvenes; y Fernando Londoño y Londoño, que acaba de fijar su posición en estas palabras magistrales que definen también la nuestra:

“El movimiento derechista tiende a darle vitalidad y aliento al partido que bajo la dirección de Laureano Gómez trata de salvar a la república. Oficialmente no pertenezco a las derechas, pero miro con simpatía su movilización, porque nuestra causa necesita hoy más que nunca de la juventud”. Así puntualizamos nuestra posición como hombres de partido. Pero el caso que nos ha planteado el doctor Villegas es muy distinto. Para nosotros un periódico no puede ser una capilla cerrada. En “La Patria” y en todo periódico que nos tenga a nosotros a su cabeza, ha escrito y escribirá el que tenga algo para decir y sepa decirlo. Nosotros, que hemos publicado artículos de liberales tan destacados como Arias Trujillo, Luis Cano, Jorge Luis Vargas, Alejandro López, no podemos cerrarles la puerta a las derechas conservadoras. Eso nunca. No podemos asumir la posición de amos insolentes ni implantar en esta casa los métodos fascistas cuya más odiosa manifestación es la inteligencia dirigida.

Muchas veces hemos editado en estas columnas artículos contra el director de este diario. Un periódico es, más (pie todo, un servicio público. La orientación intelectual y política se marca en las columnas editoriales, y ningún conservador tendría derecho para descalificarnos. En todos los contornos del país se ve este contrafuerte de la tradición de Colombia.

Por lo demás en “El Siglo”, colaboran Carlos Ariel Gutiérrez, Guillermo Camacho Montoya y César Garrido, derechistas integrales; “El Colombiano” de Medellín es generosa palestra del “Haz Godo”; en “La Tradición”, que orienta un conservador demócrata tan definido como Gonzalo Restrepo Jaramillo, escriben los derechistas de Antioquia; “Claridad” y “La Razón” de Popayán, “El Diario del Pacífico” de Cali, “El Deber” de Bucaramanga, siguen nuestras líneas de conducta. En “El Tiempo” de Bogotá colaboran intelectuales de todos los partidos; nosotros mismos hemos escrito allí sin limitación alguna.

Lamentamos en lo más hondo de nuestro corazón y de nuestro espíritu, este incidente con Aquilino Villegas, a quien veneramos por su inteligencia, y todavía más, por su carácter. Esta casa será siempre suya y aquí lo esperamos con las luces encendidas.

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